Hay un año, con su numeración maléfica, propicia para miedos y agitaciones
del espíritu, que abarcó por igual, en el mismo mes, el incendio pavoroso, casi
mítico, de Londres y la apostasía de Sabbatai Zvi (o Zevi, o Zewi) en Estambul.
El nombre de este personaje extraño, maldito, no es tan conocido como su
historia mereciera, cargada de la más alta esperanza y de la más extraordinaria
decepción. Acerca del mismo, publiqué en su día dos relatos que narran, al
cabo, su peripecia desde dos puntos de vista, desde dos estilos y dos épocas
muy diversas. Uno de ellos, “La cautividad de Babilonia”, está disponible en
este blog (buscar en la etiqueta, aquí a la izquierda, de “Relatos”. Aquí el comienzo: “Yo, Moisés Nizberg, hijo de
Nathan, hijo de Mordecai, hijo de Israel, doy fe de que el Mesías ha estado y
estará con nosotros, y por ello he seguido, cantando salmos, fatigando
senderos, hasta estos confines olvidados de la piedad de los hombres al ungido Sabbatai
Zewi, el elegido)”. El otro, “El Mesías
secreto”, más borgiano aún ya desde el nombre, lo subiré en pocos días. Comparece
aquí el desaforado personaje ya que es él el que protagoniza realmente la
novela “El amor de Spinoza” de Yael Guiladi. Quien ose saber más sobre el
profeta falso y su pervivencia puede recurrir a la recopilación de ensayos de
Gershom Scholem “El misticismo extraviado”. Publicado por Lilmod en 2005.
El cuadro de marras (y de Jan Steen):
Acta virum probant
En mi descargo, y aún en
el de la autora, habrá que aducir que el título original de la novela, y la
intención de la misma, es otro: “An honourable forgery”, lo que en el idioma
nuestro viene a ser una honrada falsificación. Como la perpetrada por los
editores, cuando el pobre y decrépito Spinoza es aquí una anécdota, el capricho
de una moza sana y hermosa, cuyas cuitas amorosas quedan en una trama que poco
interesa y que pretende mezclarse, con poca fortuna, con la de Sabbatai Zewi.
El cuadro de Jan Steen de la cubierta, que la novelista israelí confiesa ser su
base de inspiración, no es tan encantador como ella afirma, ni es la trama
holandesa, de pintores y rivalidad y desamor y frustración, lo que interesa en
esta novela histórica que se deja leer pero que, ay, no convence. Es la otra
trama, en Gaza y Estambul, la que tiene un interés muy alto. Aunque sea por dar
carne a lo que en Scholem es teoría y exégesis. Pero es un libro fallido, que
sirve, a lo más, como umbral para quien quiera adentrarse en uno de los más
extraños personajes que la vasta fe de Abraham ha ofrecido al mundo, y del que,
como en su día del mismo Spinoza, reniega. Y con razón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario