lunes, 13 de junio de 2011

Moisés Nizberg contempla la muerte

No es novedoso el instante
-numerosos son los que lo vivieron
sabiendo la inexactitud del verbo-
pero es la única vez que será suyo
y no de quien llora al otro lado de la puerta
o de quien junto al lecho conjetura
un nombre inalcanzable y prohibido,
ni de quien a sus afanes se dirige
al otro lado de la ventana enturbiada.
Todo hombre y mujer alcanzará la misma visión
y de igual modo ninguno podrá transmitirla.
De todos modos, nada importa
a no ser la metáfora nítida del ocaso
que se desliza manso y sumiso por las calles.
La belleza pavorosa que aguarda
quedará inédita también para él.
Un suave canto acunará su silencio nuevo,
algo que otros no alcanzarán
mientras la ceniza no es sino negro humo.

(Inédito)


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