sábado, 30 de abril de 2011

El destino de los niños

Los que peinamos canas recordamos a Enrique García Asensio, un señor muy inquieto que llevaba una cosa en la tele que se llamaba “El mundo de la música”, en el que niños no menos nerviosos se ponían a dirigir orquestas y aquello molaba, de manera que cualquier palo ya no sólo era una espada de mosquetero en aquellas tardes de la niñez suburbial sino incluso, para indignación de los que ya fumaban, batutas de director de orquesta para trazar en el aire los arabescos que debían encerrar, en el aire invisible, los compases pegadizos de la pequeña serenata nocturna de Mozart. Ese director estuvo durante un tiempo, allá en los noventa, a punto de ser el titular de la orquesta que hoy se llama Filarmónica de Málaga. Aquella labor precursora hizo que algunos, ojalá muchos, nos acercáramos a la música clásica sin miedo y que de aquellas tardes de tele nos haya quedado un gusto por la vieja e inmortal música y una querencia de los pulmones por el aire limpio. Valga este exordio nostálgico para que este antiguo niño de Huelin hable de un concierto, los días 6 y 7 de mayo en el Cervantes, que quiere justamente eso, esquivar la máscara severa de la música sinfónica para borrar ese miedo a los ataúdes con cuerda que se llaman violines. Bajo el título “Sueños de Infancia I. El flautista de Hamelin”, bajo la batuta de Edmon Colomer, el programa incluye tres piezas de muy diverso cariz: “E. T. Aventuras en la tierra”, de John Williams, “The pied piper fantasy” de John Corigliano y la Quinta Sinfonía de Beethoven.
Lo de John Williams, en su primera audición en Málaga, es una suite orquestal que recoge cuatro episodios de la película de Steven Spielberg sobre el bicho cabezón del dedo luminoso obsesionado por la telefonía y el hogar. Excelente ocasión para que los niños comprueben que una música más o menos conocida, asociadas a unas imágenes más o menos recordadas, sale de instrumentos muy serios en manos de señores vestidos de oscuro. Más desenfadada, y también más dura, es la fantasía de John Corigliano sobre el flautista de Hamelin. A veces, para que sea más asimilable por los niños, se hace que el solista de flauta (esta vez le toca a Jorge Francés) comparezca disfrazado del personaje de la inquietante fábula. A través de siete piezas, que se interpretan sin pausas intermedias, y con un lenguaje lleno de disonancias, se asiste a la lucha del bizarro flautista contra los ratones a lo largo de cuarenta y tantos minutos y con la intervención final de cuatro grupos de escolares con flautas dulces, que proceden de los centros Rosario Moreno, Pablo Ruiz Picasso, Paulo Freire y Nuestra Señora del Pilar. Que tantos niños puedan tocar la marfileña flauta de plástico en el Cervantes arropado por una orquesta Filarmónica multiplicará los efectos de aquellos remotos chavales antaño hechizados por García Asensio. Como elemento de valor, debe destacarse que éste es el estreno en España de la tumultuosa fantasía de Corigliano.

John Corigliano: Pied Piper Fantasy
                Para completar el sortilegio, en la segunda parte sonará algo que debería ser, y es, para todos los públicos, pero que mejor apreciarán los oídos adultos. Es la música clásica, sus primeros segundos al menos, más conocida, más reconocida, por todos. Tanto, que hasta sus primeros compases, conocidos como “la llamada del destino” se puede usar, y con algo de involuntaria guasa, para llamar a las puertas. Una sinfonía que podría aducirse ante un flautista exterminador para salvar de un destino terrible a este planeta absurdo, una obra que es más grande que la vida, que a todos nos supera con esa puñetera facilidad que tenía el inmenso Beethoven para conseguirlo en distintas ocasiones que no son sólo ésta. La Quinta Sinfonía de Beethoven, ya ven, debería haber llenado esta recomendación. Pero excede no sólo el espacio del que aquí se dispone, sino la capacidad analítica y expresiva de quien fue, ay, un escolar ensimismado hace demasiado tiempo ante una pantalla en la que Enrique García Asensio sacudía su flequillo ondulado ante un niño lejano e irrecuperable.
Artículo publicado en diario Sur, 30 de abril de 2011
El artículo, en Sur

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