Derivada de su libro de no ficción Madrid 1945. La noche de los Cuatro Caminos, que aguarda su turno en mi biblioteca, esta novela supone un esforzado, pero baldío, intento por parte de Andrés Trapiello de ahondar en la memoria desde unos postulados dignos de cualquier apologeta de la corrección maniquea que impera en esta España nuestra. Es decir: una ficción en la que todo franquista, excepto Sol Neville, es malo y donde todo izquierdista es angelical. El resultado deja un sabor a repetición y cansancio. El libro, en el que se ha querido encontrar un patrón barojiano cuando acecha un espíritu azoriniano con su inclusión de términos en desuso, como muleto y otros tantos, carece de nervio y hasta de interés. El pretendido fresco de Madrid en las últimas semanas de la Segunda Guerra Mundial, con sus agentes secretos y su diplomacia, sus meretrices y su Pasapoga, sus diplomáticos y hasta el propio Caudillo, se desinfla y termina siendo algo decorativo, algo que desaprovecha una trama prometedora como la de la falsificación de las Capitulaciones de Santa Fe, y en la que aburre con su detenida descripción de las torturas en la Dirección General de Seguridad.
La prosa, siempre reconocible por su tono entre melancólico y lúcido, se desdibuja aquí en un exceso de complacencia. Narrativamente, el libro apenas avanza. Los recuerdos se suceden sin un hilo que los estructura, y esa falta de tensión convierte la lectura en un ejercicio de paciencia. El lector que busca emoción o descubrimiento se encuentra con un discurso más preocupado por reafirmar la figura del autor que por comunicar algo nuevo o necesario.
En Me piden que regrese, Andrés Trapiello no regresa: se repite. Lo que en otros tiempos fue introspección elegante aquí se transforma en un bucle de vanidad y melancolía impostada. El tono, que antaño destilaba autenticidad, ahora parece impostado, como si el autor escribiera para convencerse de su propia importancia al calor de opiniones, incluidas como pórtico de la edición de bolsillo, de quienes se exceden en el elogio incurriendo en la mentira
