Allá en lo que parece un siglo pero son sólo unos pocos años, y al filo de la remotísima primera presidencia de Trump, los medios españoles recogieron la aparición de este libro como el toque de trompeta que habría de convocar alrededor de las urnas a la América profunda de paletos que comían ardillas y dormían con una gorra puesta. Era un retrato, decían, de la pobreza blanca que aún no se resignaba, al menos del todo, a la decadencia de la nación. Algo así es lo que leí entonces en reseñas más o menos temerosas del previsible cambio de rumbo. Cuando me encontré con la noticia de que J. D. Vance, el autor de aquella radiografía despiadada, era el candidato a la vicepresidencia por el Partido Republicano, decidí darle mi tiempo a este libro sin saber si sería vencedor y desconociendo su ruda campaña, rica en exageraciones y hasta falsedades.
Lo que he encontrado es un relato frío y de desigual mérito, con alguna pincelada vigorosa y mucha elipsis pero con el mérito de que el autor, con su madre heroinómana y un horizonte vital poco halagüeño no intenta dar pena. Señalando con desapasionamiento abusos como que, trabajando Vance en un comercio de alimentación, los clientes que pagaban con vales de comida muchas veces, mientras hacían cola en las cajas, hablaban por el móvil. Yo no lograba entender por qué nuestras vidas eran una lucha constante mientras que quienes vivían de la generosidad del gobierno tenían cacharros con los que yo sólo podía soñar. O pocas líneas más abajo, Cada dos semanas, recibía un cheque con un pequeño sueldo y me fijaba en la línea donde se deducían de mi salario los impuestos federales y estatales. Casi con la misma frecuencia, nuestro vecino drogadicto se compraba las mejores chuletas, que yo era demasiado pobre para comprar, pero que el Tío Sam me obligaba a comprar para otro. Esta era mi mentalidad cuando tenía diecisiete años.
Leyendo este relato, y a la vista de la insustancial retórica del abuelo Biden y Harris, lo que sucedió en 2016 se comprende mejor, y lo que ha sucedido hace unas semanas.