domingo, 6 de febrero de 2022

Lecturas: Hitler y las teorías de la conspiración. El Tercer Reich y la imaginación paranoide (Richard J. Evans)

 Aunque en la sobrecubierta aparezca Goebbels con un efecto espejo, se viene a la mente, cosas de estos tiempos, Trump con el labio plegado y el gesto de asco diciendo Fake News. Y no extraña pues Evans aquí trata de eso, de las falsas noticias, los falsos hechos, repetidos tantas veces acerca del nazismo y que analiza breve y documentadamente, limitando esos asuntos a cinco: ¿Los protocolos sirvió como "justificación del genocidio"?, ¿Recibió el ejército alemán una "puñalada por la espalda" en 1918? ¿Quién incendió el Reichstag? ¿Por qué Rudolf Hess voló a Gran Bretaña? ¿Escapó Hitler del búnker? Las respuestas no satisfarán a los amigos de lo peregrino e insólito.



Aquí van: Los protocolos de los sabios de Sión ya estaban desacreditados en el momento de mayor efervescencia del nazismo. Hitler lo nombra de pasada en Mein Kampf, Goebbels reconocía abiertamente su falsedad. Sólo los periódicos nazis más chiflados, sobre todo Der Stürmer y en menos grado el Volkischer Beobachter sacaban de paseo el viejo libelo ruso. No necesitaron usarlo como coartada para justificar el genocidio. Bastó la vieja tradición antisemita alemana desde Lutero hasta el propio Holocausto. La famosa puñalada por la espalda no fue tal: bastó con la desastrosa gestión de la ofensiva alemana del verano de 1918 y su resultado de deserciones masivas, junto a la constancia del Alto Mando alemán de que la victoria era imposible, para que, pese al abandono de Rusia tornada bolchevique no bastara para compensar la incorporación a la guerra de Estados Unidos. Nadie apuñaló a Alemania: ella solita se suicidó militarmente. El Reichstag lo incendió el orate de Marinus van der Lubbe, el acusado desde el primer momento y capturado inmediatamente. No hubo conspiración alguna. Hess estaba convencido de que podría pactar la paz con el Reino Unido y atraer su alianza para combatir a los soviéticos. Obró por su cuenta y (mucho) riesgo: ni Hitler estaba al corriente ni fue una hábil trampa de la Inteligencia británica, como sostiene Martin Allen en su libro cuyo contenido nutre un artículo en este blog (ver aquí). Hitler no escapó del búnker, por mucho que Stalin jugara al misterio para mantener vivo el miedo al lobo.

En definitiva, un libro conciso, que va al grano y que despeja tantas mentiras. Más que recomendable.  

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