martes, 16 de enero de 2024

Lecturas: El retrato de Rose Madder (Stephen King)

 Que no es sino el hipotético aumentativo de mad, haciendo que la protagonista, Rose Daniels, pase a ser más loca. No sé, eso es lo que se me ocurre. Porque ese es el segundo temor de la protagonista, que no se le crea cuando ve que el cuadro comprado en una chamarilería va cambiando caprichosamente. El temor mayor es que su marido maltratador y psicópata la localice y acabe con ella. Rose busca comenzar una nueva vida en otra ciudad tras huir de Norman, su esposo policía y a ratos caníbal, siendo éste un villano que en su maldad está un peldaño por encima del esposo de Dolores Claiborne y a la pan de Randall Flagg. Hasta ahí bien. Hasta que sucede algo parecido a en Insomnia: King adopta una mala idea, se pone trascendente y hace que, nueva Alicia, Rose se introduzca en el cuadro. Dentro, revivirá una forzada actualización del mito del Minotauro. En la anterior novela, el mito a recuperar era el de las Parcas. Con resultado catastrófico. Aquí el destrozo no es tan grave. Pero lastra al libro. Y fatiga al lector que se encuentra defraudado al encontrarse con esa metamorfosis que parece buscar una respetabilidad que King no necesita. Habrá quien le parezca lícito, quien haya disfrutado con ese giro. No es mi caso. 






domingo, 14 de enero de 2024

Lecturas: Insomnia (Stephen King)

 Puto libro de los cojones. Estas palabras acompañaron al gesto de cerrar el libro y arrojarlo sobre la mesilla de noche al terminar la lectura. Cuando ésta se mantuvo en un constante Qué maravilla hasta alcanzar la página 365 de las 889 que tiene el volumen. Fue entonces cuando a King se le fue la pinza y empezó a sabotear la novela introduciendo un giro estúpido de la trama. Ahí se inicia la segunda de las tres partes del libro, rompiendo (qué digo: destruyendo) la historia de un viudo reciente y anciano, Ralph Roberts, que padece un insomnio creciente mientras a su alrededor se producen fenómenos extraños. Al adentrarse en esta segunda parte, en la que el realismo casi costumbrista de King se mantiene en su adecuada dosis, y al llegar a la infausta página 497, se descubre la identidad de unos peculiares personajes que pasan a ser Láquesis, Cleto y Átropos. Las Parcas. Y he aquí que todos los defectos que arruinaron otra novela de King, Los Tommynockers, reaparecen y se agravan, llenando el resto de esta parte de diálogos y farfolla vacuos y pretendidamente (fallidamente) trascendente para dar lugar a una tercera parte (ya a partir de la página 591) en la que la acción vuelve, para haciéndose confusa y torpe ya que el pegote de las Parcas es la que determina cuanto sucede convirtiendo la lectura en algo fatigoso y aburrido. Un libro espantosamente malo, que se deja permear de lo peor de la serie de La torre oscura y que hace que cuando King menciona el Ka-Tet que sustenta ese irregular ciclo narrativo uno abomine del mismo y maldiga la hora en que se convenció que ese concepto era una buena idea. Llevo con esta entrada del blog reseñados 39 libros de King. Y aún me quedan otros tantos (quizás 44) por leer y comentar en este blog. Confieso que la decepción con este libro casi malogra mi proyecto de leer toda la producción de King. Muy poco me ha faltado para desistir. Tan estúpido me ha parecido este libro. Quien confíe en mi criterio queda avisado.



Lecturas: Pesadillas y alucinaciones II (Stephen King)

 Tal vez sea porque King acababa de salir de la peor etapa de su vida, marcada por adicciones y rehabilitaciones, pero el caso es que siguen apareciendo libros manifiestamente mejorables, productos oportunistas como sucede en esta recopilación de relatos en los que, en este segundo volumen, el autor incluye dos narraciones estúpidas simplemente para llenar espacio, sin tener en cuenta al lector. Como sucederá en las dos siguientes novelas suyas que aquí se reseñen. El caso es que en este volumen se incluyen dos relatos, Baja la cabeza y Agosto en Brooklyn, que son soberanas tomaduras de pelo. De las que el lector sigue con estupor y hartazgo, recorriendo las líneas como si se sucesiones aleatorias de signos y letras se tratara. Con el mismo interés de leer algo así como hgiuyiuyi8ou  hgu7y5 67654ybjk hikuj uhyioyuio yhkjbmnb  hiouyoiu kjbyu66iuy. Tal cual. 

A no ser que el lector hubiera nacido en Michigan y viviera en Detroit y sea un forofo del beisbol y no le importe que aquí se relaten partidos de ese deporte cuando lo que debiera leer sería relatos de terror o fantásticos. Pero contar los partidos de la fase final de la liga menor en los que jugó Owen King, hijo de Stephen, no es de recibo. Es como cuando uno, que no tiene hijos, se encuentra con aquella tía con la que no tiene un trato continuado y al preguntarle cómo está te responde contándote los logros profesionales de sus hijos. Pues esto es lo mismo: cháchara deportiva fuera de lugar y sin el menor interés. Pero que le aporta al libro 74 páginas de las 492 del volumen. Y no, no vale que Agosto en Brooklyn tenga forma de poema y sean dos páginas de nada. Es que son piezas estúpidas que King incluye por-sus-santos-cojones. No es forma de tratar a un lector. No, no lo es.



A cambio, incluye una obra maestra. Que compensa el soberano cabreo que ocasiona el desahogo de los dos párrafos anteriores: el relato titulado El último caso de Umney arranca como un pastiche de la novela negra de Raymond Chandler o Dashiell Hammet (o Ross McDonald, favorito de King), con todos sus tópicos de oficina decrépita de investigador privado con cajón con un revólver y una botella de alcohol, para dar un giro magistral de literatura dentro de la literatura. Una pieza magistral, conmovedora, plena de talento, que roza la genialidad. Fallidos son otros homenajes literarios aquí incluidos, como El caso del doctor en el que se imita a Arthur Conan Doyle haciendo que sea Watson quien resuelva el caso, y Crouch End, un torpe homenaje a Lovecraft. Algo más meritorio, pero también irregular, es No se equivoca de número: una buena idea redactada de manera oxidada. 

En definitiva, un mal libro (con un diamante dentro). Pero lo peor está por llegar.