lunes, 30 de agosto de 2021

Lecturas: Fake News del Imperio Español (Javier Santamarta del Pozo)

 Fast Food del Imperio Español, o sea. Todo lo que dice María Elvira Roca Barea o Marcello Gullo Omodeo (que más temprano que tarde pasará por este inconsistente blog) pero en plan coleguita, tomado casi a chiste pero defendiendo a España. Para leer como se come cualquier cosa ligera una tarde de verano. Subtitulado Embustes y patrañas negrolegendarias, nada aporta a quien esté curtido en historia patria. Es decir, a una minoría aplastante de españoles. Eso sí, pupa hace a los cómplices de cierta idea de España, que gente hay para todo, erigida sobre el genocidio, la intolerancia y la persecución. Nos hallamos con un panfleto (en su segunda acepción, Opúsculo de carácter agresivo), que por tanto pone pasión y humor, a iguales partes, contra los lugares comunes que los españoles han aceptado por comodidad y cobardía. Así, en breves capítulos, se repasa y se rebate lo que atañe a los Reyes Católicos, la Inquisición, la conquista de América, Carlos V y Felipe II, los Austrias menores, los Borbón de la época imperial, la heroica y benévola decadencia de la Marina española y la guerra de Cuba. ¿Es un mal libro? En absoluto. Al menos, sonríes de cuando en cuando, y deja clarito lo que estaba oscuro. O negro, como la leyenda de marras.




domingo, 22 de agosto de 2021

Lecturas: ¡Creer o morir! Historia políticamente incorrecta de la Revolución francesa (Claude Quétel)

 En la solapa trasera se anuncian otros títulos de esta colección (La Mancha, de la editorial Homo Legens): una autobiografía de Jean-Marie Le Pen, un libro titulado Eternamente Franco, otro sobre la vida cotidiana en el Madrid sitiado y sanguinario de la guerra civil, Zona roja, y cosas así. Va uno a la página web de la editorial y encuentra obras contra la mafia feminista (sic), contra George Soros y cositas así. Todo ese material sí es políticamente incorrecto. El libro que nos ocupa, sólo lo es en el subtítulo. Lo que compruebo con alivio tras terminar, deslumbrado, su lectura. 




Porque se trata de un estudio de conjunto de la Revolución Francesa desde sus orígenes (asentados sobre la mala administración de la economía en conjunción con los intentos de Necker de equilibrarla limitando los gastos de la corte) hasta el golpe de estado de Napoleón y el fin del periodo revolucionario. De todos los episodios y fases, éste, el del golpe del 18 de Brumario, es el más confuso. Todo lo demás, está excelentemente narrado. Tal vez lo que hace que este libro, ya desde la edición original francesa se arrogue la incorrección política puede, debe, radicar en su intención de no demonizar a Luis XVI (aunque María Antonieta no sale muy favorecida) ni de glorificar a los revolucionarios. Al final del libro, añade un apéndice en el que se repasa la historiografía de la Revolución a base de obras francesas y alguna que otra del ámbito anglosajón. Ese complemento, de fácil lectura, consigue ubicar nuestro libro en su lugar, el de la historiografía crítica que consiste en cuestionarlo todo, en no diferenciar culpables de inocentes. Si ahí se busca algún historiador afín a Quétel, podríamos apostar por Augustin Cochin, muerto en el frente en la Primera Guerra Mundial, que veía como ficticia la soberanía del pueblo francés, guiada hacia sus intereses por una minoría que finalmente perdió el control de la muchedumbre. Escribió Cochin: El pueblo libre es la masa, la muchedumbre desencadenada y abandonada a ella misma, al instinto, a la sugestión del momento, sin freno, sin jefe, sin ley, tal como se vio en julio de 1789 a los ojos atónitos de los "filósofos"; monstruo inconsciente, aullador, que aterrorizará a Francia durante cinco años.



En estas páginas seguimos a Luis XVI intentando salvar la corona y mantener la nación, a veces ridículamente, otras con genuina grandeza, vemos a Mirabeau moverse entre ambos bandos buscando una monarquía parlamentaria, vemos a DSanton intentando frenar el Terror, vemos a Robespierre intoxicado por sí mismo. Todo ello mientras sólo en París caían 33 personas diariamente bajo la cuchilla de la guillotina (12.124 víctimas entre 1790 y 1796 están recogidas en esta base de datos)y 250.000 personas (hombres, pero también mujeres, ancianos y hasta niños) eran exterminados sin piedad en la región, realista y católica, de La Vendée. Madame Roland, que en su salón acogió a los líderes de la revolución, y que también fuera guillotinada, lo proclamó: ¡Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!. Avisados quedamos. Ciudadanos, ciudadanas. Ciudadanes.



domingo, 8 de agosto de 2021

Lecturas: El vuelo de los buitres. El desastre de Annual y la guerra del Rif (Jorge M. Reverte)

 El centenario de aquellos hechos ha pasado sin pena ni gloria (glorias y pena hubo en 1921, heroísmo y dolor) en España. Tal vez por padecer un gobierno que se la coge con papel de fumar y con el mantra de la concordia no quiere que se sientan ofendidos (el mío es, ya de por sí, un país de ofendiditos) los marroquíes.  Un puñado de libros han servido para avivar la memoria. Éste es uno de ellos, y supongo que no de los peores. Aunque cansa un poquito esa equidistancia de intentar excusar el salvajismo por aquello de "estaban en su tierra". Pero sí, es un buen libro, escrito con buen pulso. En el que, sin embargo, los actos de heroísmo español se cuentan demasiado a la ligera. Por ejemplo, la resistencia del malagueño Julio Benítez (el comandante Benítez de siempre, que cuenta en Málaga con estatua, avenida y tuvo hasta un campamento militar con su nombre) en Igueriben. O las cargas del caballería del Regimiento de Alcántara, a las órdenes del teniente coronel Fernando Primo de Rivera (hermano  del general y dictador Miguel, tío de José Antonio).



Es más, se cuenta la herida de Primo, la amputación de un brazo y la subsiguiente muerte a causa de esa herida. Pero no se nos cuentan las palabras de Primo arengando a los suyos antes de la carga:¡Soldados! Ha llegado la hora del sacrificio. Que cada cual cumpla con su deber. Si no lo hacéis, vuestras madres, vuestras novias, todas las mujeres españolas dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos. Ni se nos cuenta que con tal de proteger la retirada de los concentrados en la posición de El Batel y Monte Arruit cayó el 90% de los 690 jinetes, que tal era el agotamiento de soldados y caballos que la última carga fue a pie, y que hasta llegaron a unirse al combate los veterinarios del regimiento y los aprendices de la banda de música. Para encontrar esta información he tenido que recurrir a la web del ejército español (ver aquí). Reverte no lo hace. Una pena. Por lo demás, como visión de conjunto, es válida esta monografía. Que no es demasiado dura con la actuación del general Manuel Fernández Silvestre ni con Alfonso XIII. Ni siquiera con Abd el-Krim. Aunque también se resuelve con desgana la defensa de Melilla, salvada por un comandante de nombre Francisco Franco y se nos hurte en parte (un poco más de énfasis y de valentía se hubieran requerido) para contar el infierno de Monte Arruit. En fin, ésta es la España de ahora. Tan diferente de la de entonces...




sábado, 7 de agosto de 2021

Lecturas: Las cuatro estaciones II. Otoño e invierno (Stephen King)

 Otras dos delicias de King: El cuerpo y El método de respiración. La primera es conocida por la película Stand by me (Rob Reiner, 1986). En este caso, es el viaje de maduración (es demasiado fácil e inexacto llamarlo iniciático) de un grupo de adolescentes para ver el cadáver de otro muchacho que fue arrollado por un tren. El camino estará lleno de incidencias menudas narradas con cariño y mucha introspección por uno de los chicos, Gordon Lachance, que ya por entonces es escritor en ciernes, y del que se inserta un relato, Stud City, redactado años después, lleno de talento y madurez. Saber al final que los demás compañeros de excursión morirían por diversas circunstancias en su juventud y madurez realza la nostalgia del narrador, tras el que no es difícil ver al propio King y que a la postre se siente extraño por no haber compartido ese destino injusto de sus viejos amigos.

Método de respiración es una narración dentro de otra; la de un abogado de bajo rango que descubre gracias a la confianza de su jefe un club de caballeros, a la inglesa, en el que los visitantes cuentan historias. La que el narrador transcribe en boca de otro tiene un aire victoriano y morigerado muy atractivos. Un muy buen relato largo al que le resta esplendor la brillantez de la novela breve que le antecede. En definitiva, un excelente libro que aconsejar a quienes sientan reparos de leer a King.



viernes, 6 de agosto de 2021

Lecturas: Las cuatro estaciones I. Primavera y verano (Stephen King)

 El cine y King. Buenas y malas películas basadas en sus obras. Normalmente buenas (a ver, si la historia lo es, la película es normal que salga bien). Es el caso de Cadena perpetua (Frank Darabont, 1995) y Verano de corrupción (Bryan Singer, 1998). Que se basan en las dos novelas cortas de este volumen: Rita Hayworth y la redención de Shawshank y Alumno aventajado. Que son dos novelas que no son de terror. Ni falta que le hacen. La primera es un correctísimo relato, narrado por un ex-convicto, que refiere cómo un compañero consiguió fugarse tras décadas de esfuerzo secreto, para citarse en Zihuatanejo. Quien siguiera aquella gloriosa serie de Will Forte, El último hombre sobre la tierra, reconocerá sin duda el lugar. Lo que aquí impresiona, interesa y conmueve no es la resistencia de los personajes, sino las durísimas condiciones de vida de la prisión, agobiantes y bárbaras. Narrada en primera persona y con desparpajo, se lee con curiosidad creciente por mucho que se conozca la película.

Mejor aún es, a mi juicio, Alumno aventajado. Aquí, en un duelo de seducción, repulsión y poder, se enfrentan un adolescente estadounidense, casi un niño, y un criminal de guerra nazi. Repleta de giros inesperados, de reacciones imprevistas, esta historia perfecta de tensión psicológica tiene derecho a figurar entre lo mejor de King. Mejor no puede construirse una novela breve. Y el lector no podrá encontrar diferencias morales entre un genocida nazi y un muchachito resabido. Ni saber quién le repugna o atrae más entre los dos.



jueves, 5 de agosto de 2021

Lecturas: Memorias de un cortesano de 1815 (Benito Pérez Galdós)

 Dejado a un lado el perfecto y cargante Monsalud, a quien ni se menciona, es Pipaón, eliminado el Bragas tan chabacano de su apellido verdadero, quien se regodea en su fortuna que le hace acceder a la misma corte, donde se cree apreciado pero donde se le ve como un tonto útil y no poco inútil. Pagadísimo de sí mismo, en primera persona y oportunista como pocos, Pipaón es un correveidile, un mindundi, que muda de camisa, y de casaca, según sople el viento. Si en el episodio anterior era simpatizante de los liberales, ahora es un absolutista que elogia cada medida del narizotas ensalzándolo hasta extremos nada razonables. Asistamos a su prosa, que empieza hablando de cómo el rey premia la lealtad de los suyos: En cuanto a la mía acrisolada, continuó sin más premio por entonces que el antiguo destinillo en la covachuela, y hasta después del 10 de Mayo y de la caída de la Mamancia y de la entrada en Madrid del encantador Fernando, no di señales de adelanto en mi carrera. ¡Oh, qué días aquellos! ¡Cuánta ansiedad sentíamos los buenos patricios, esclavos de la libertad, suspensos entre la vida y la muerte, sin saber cuándo veríamos el fin de la horrible tiranía de los mamones, caparrotas, cuácaros, lameplatos y ceposquedos, pues estos y otros graciosos nombres daba a los liberales en su Atalaya de la Mancha el reverendo Padre Castro! ¡Y qué trasudores y congojas experimentamos en todo Abril, ora creyendo segura la llegada del Rey con el desquiciamiento de todo el catafalco constitucional, ora sospechando que los infames francmasones nos secuestrarían al suspirado Rey, haciéndolo perdidizo en cualquier desfiladero, para encajarnos la república Iberiana, que tanto daba que hablar en los barrios bajos y en los claustros de mendicantes!


¿No es bastante? Pues veamos esta disparatada apología del Deseado ya en el primer capítulo del libro. No tiene desperdicio: ¿A dónde está FERNANDO? Hechizo de mi corazón, ¿a dónde te encontraré? ¡Mi alma no acierta en la efusión de su placer a expresar de ningún modo los sentimientos de que se halla inundada! ¡Mi memoria... mi voluntad... mi entendimiento, sí!... Todo es vuestro, ¡Dios Eterno! Pero si FERNANDO está en vos y vos en FERNANDO, en vos mismo gozaré de su amorosa presencia; sí, Dios Omnipotente, permitid que me regocije en vos, pues que vos le elegisteis desde vuestros eternos alcázares para nuestro digno REY; vos le perseverasteis con vuestra providencia en el principio; vos le guardasteis bajo la sombra de vuestras divinas alas...; vos le quitasteis de un suelo manchado con tantos crímenes, para que no presenciase el espantoso castigo con que ibais, aunque tan lleno de misericordia, a castigar a tus hijos... sí, amado FERNANDO... sí, apetecido consuelo de todas nuestras aflicciones... sí, hermoso y deseado iris en todas nuestras horribles borrascas... tus fieles y huérfanos hijos te lloraron como miserables pupilos, y no hubo un placer verdadero en sus amantes corazones, considerándote cautivo...

Semejante mamarracho, sometido a lo que cree una aventura galante en palacio, quedará en las últimas páginas, burlado, empapado y sin novia en unas escenas deliciosas y dignas de la mejor comedia. Sic transit...




Lecturas: El equipaje del rey José. Episodios Nacionales, 11 (Benito Pérez Galdós)

 Una buena novela porque aparece una estrella, ridícuyla y creíble, en los Episodios Nacionales: el inefable Pipaón, Juan Bragas de Pipaón. A cambio, se cae en aquello tan facilón de contraponer a progresistas buenos con pre-carlistas malos. Enfrentados a muerte con faldas de por medio (otro punto negativo para Galdós, un error de novelista de medio pelo) , sus nombres delatan esa torpeza galdosiana; Salvador (atento, nada menos que Salvador, el que salva) Monsalud (la salud de la nación, obviamente, la política sana) contra Carlos (claro, si va a terminar siendo carlista tras ser absolutista, Carlos tenía que ser) Navarro (una de las regiones más intransigentes en el conservadurismo y el futuro carlismo), también llamado Garrote (ay, don Benito, qué demagogia. Joder).



El caso es que ambos mozos, el bueno y el malo, se las tienen juradas a causa de los caminos divergentes y de los encantos de Genara Baraona. Peoraún, Salvador comienza afrancesado y patriota (más bien fernandino) Garrote. Es al rey José a quien acompaña en su huida Monsalud hasta que en Vitoria pierde el gabacho el equipaje y el honor. Hijo bastardo y no reconocido de Garrote padre, a quien terminará facilitando una pistola para que se suicide antes de caer en manos de los feroces franceses que ante sus ojos acaban de destrozar a un cura. Esa escena de la muerte del Garrote el viejo es verdaderamente terrible, escrita con emoción, maestría y mucha tensión. Ello llevará a que el odio de los antaño amigos ase haga cartaginés. El combate nocturno, a muerte, entre los dos rivales, resuelto con un cliffhanger que deja a media res el duelo, es también, pese a ser tan declamatorio, un acierto dramático.

Por medio queda un paisano de Monsalud, Juan Bragas, fatuo y adorable, al que nos presentan como covachuelista en el Madrid liberado. Sus aventuras, en los próximos episodios, nos interesarán más que las del bueno liberal y el malo absolutista. 


miércoles, 4 de agosto de 2021

Lecturas: El fugitivo (Stephen King)

 King vuelve a ser distópico. Como lo fue en la novela hermana de ésta, La larga marcha. Como en aquella, hay unos Estados Unidos que no se sabe si están dominados, como en la otra historia, por un dictador pero sí están sumidos en una crisis económica implacable, en la que a la población se la mantiene sumisa merced a concursos de televisión. ¿Les suena? No hace falta, ejem, más que asomarse a la ventana. La acción sucede en 2025, no digo más. Y si quieren ver, ya, hoy, esa América mísera vayan a Street View y tecleen Skid Row, u Hotel Cecil, en Los Angeles. Ahí tienen el 2025 de King. 

Es en ese contexto, que un americano tipo, otro John Doe, llamado esta vez Ben Richards, se apunta a uno de esos concursos que pueden acabar en mutilación o muerte. Le cae en gracia el titulado El fugitivo: una persecución a muerte. Todo para conseguir los medicamentos que puedan salvar a su hija, afectada de algo tan simple como una neumonía. La persecución es implacable, la capacidad de resistencia de Ben es extraordinaria. Sangre y horror, violencia sin tasa. Al final, Ben decide morir matando, en una escena que se adelanta a un día de septiembre de 2001. Ya ustedes saben. Como en otros títulos de King b(un Frank Capra anfetamínico), es nuevamente la capacidad de resistencia del individuo contra la fuerza del Leviatán. Como siempre, muy recomendable. El libro y la resistencia.



martes, 3 de agosto de 2021

Lecturas: Cujo (Stephen King)

 La del perro. Como hay la de los vampiros, la del coche, Kennedy o el payaso. O las muchas de escritores. Esta novela de King, de 1981 y su duodécimo libro, es una de las más populares. Con razón. O tal vez se deba a la película que enseguida se hizo. El caso es que Cujo es un sambernardo viejo y bonachón, algo torpe, que persiguiendo a un conejo hasta una madriguera, es mordido por un murciélago y contrae la rabia. Entonces es cuando empezamos a sentir compasión por el perro, cuyo dueño es un palurdo de las afueras de Castle Rock (si no me equivoco, ésta es la primera novela de King situada en ese pueblo imaginario de Maine). Lo vemos transformarse, volverse torpe y ávido de agua y de sangre. Desde el punto de vista de Cujo, le acompañamos en su estupefacción. Que, al menos a mí, me despertó empatía, algo que el lector puede no perder a pesar de las salvajadas que seguirán.

El dueño de Cujo, Joe Camber, es un patán, el típico redneck americano, borracho, golfo y putero. Y mecánico. Al que acude Donna Trenton y su hijo Tad, de cuatro años. Entonces es cuando las circunstancias se encadenan para que todo sea horrible. Su marido, que dolorosamente le perdonó una infidelidad, está en viejo de negocios y Donna y Tad quedan encerrados en su coche, inutilizado,al que han llevado al taller de Joe. Que a su vez ha sido víctima de Cujo. El grueso de la novela, con una tensión psicológica casi insoportable, transcurre en el interior del coche, que se calienta y calienta cal sol, sin víveres excepto una merienda que se consume en los primeros compases, con Tad muriendo de calor, de inanición también, mientras Donna lucha contra sus miedos externos e internos. Ese pánico, esa angustia, de la inmovilidad, de la impotencia, es algo a lo que King sacará mucho partido en otra llamativa novela, El juego de Gerald (1992).

Aquí, King ahonda en los personajes, empezando por Cujo, y los dota de matices, tratándolos, a todos, sin compasión. Magistral.






lunes, 2 de agosto de 2021

Lecturas: La batalla de los Arapiles. Episodios Nacionales, 10 (Benito Pérez Galdós)

 Bien está lo que bien acaba. En este caso la primera serie de los Episodios Nacionales. Aunque no la Guerra de la Independencia, por más que esta batalla (y más aún la de Vitoria, ya que los franceses se repondrán de este batacazo que se pretendía definitivo), fuera hipotéticamente la última victoria sobre los franceses. El conflicto terminará de cerrarse en la primera novela de la serie siguiente, El equipaje del rey José. En todo caso, aquí se acaba la historia de Gabriel Araceli y sus baqueteados amores con Inés. Que ya eran algo cargantes. Además, el hecho de armas está contado con rutinaria prosa. 

El añadido de una aventurera inglesa, miss Fly (hay que reconocer que a Galdós no se le daba bien dar nombres y sus apellidos a sus personajes), que es amiga de Byron y que como él jugaba a liberar pueblos de tiranía, le da pintoresquismo presuntamente cosmopolita y nos permite acercarnos al duque de Wellington (que mal que nos pese, fue decisivo para derrotar a los franceses, tanto como la guerrilla o la resistencia de las ciudades sitiadas como Zaragoza, Gerona y Cádiz. Es el episodio más largo de la serie, y tal vez uno de los más aburridos. Los lances son escasos, Gabriel e Inés terminan de pelar la pava y comprometerse, con aires de despedirse para siempre aunque hará alguna que otra aparición, ya como personaje secundario, en la segunda serie. Tal vez sea la necesidad de cerrar tramas la que alarga las páginas. 





domingo, 1 de agosto de 2021

Lecturas: Carretera maldita (Stephen King)

 El país de los libres, la tierra de los valientes, tal como concluye su himno nacional, tiene esas cosas. Propicia un individualismo y un culto al valor (lo que en España se reduce a la fórmula bruta de me-sale-de-los-cojones) que lleva a edstallidos de rabia como el de Un día de furia (Joel Schumacher, 1993) o esta novela de 1981 de Stephen King. Esta vez el furioso es un hombre humillado, Barton Daves, que ha hecho toda su vida en el negocio de las lavanderías industriales y al que un plan urbanístico le deja sin su trabajo y sin su casa. Todo mediante las oportunas indemnizaciones y el traslado de la lavandería a otro barrio. Pero sucede lo que se puede imaginar, que se alza contra la interrupción de la vida mansa para tomárselo (tomársela) a la tremenda. Con explosivos y armas. Es una novela que se lee con agrado, pero en la que lo mejor está en lo que no es emocionante, en las circunstancias personales y laborales de Daves. En los diálogos en clave que mantiene con el recuerdo de su hijo muerto, un drama al que intenta sobreponerse hasta que comprende que otra vida, otra muerte, es posible. El final, previsible, es lo de menos. Un King menor pero eficacísimo y no poco conmovedor.