martes, 31 de mayo de 2011

Palabras para Corona Zamarro

           
      El reloj del dormitorio ha cerrado un paseo que comencé al tomar café con Amalia Heredia-Livermore. Es, aunque me refiera a las palabras que cierran y abren este volumen, como si la lectura de “La invitada en El Jardín de la Concepción y otros relatos” hubiera sido un sueño que comienza ante una casa palacio que sirve de portada del libro y que es roto por el  aviso despiadado del despertador. No es así, pero también es así. Del mismo modo, el lector que entre al libro tras sortear los nenúfares de la cubierta, ascender las promisorias escaleras y acogerse a la sombra refrescante de la casona, se sentirá invitado a un lugar hermoso, con una belleza amarga en ciertos parajes, pleno de senderos y de hojas. De hojas que son las de un libro que es perenne y tanto de exterior como de interior, ya que las historias que cobija no se circunscriben, con prosa transparente, a narrar las vivencias de personajes sino también a describir las zozobras, el peregrinaje, de sus espíritus.

Corona Zamarro nos ha propuesto aquí un paseo, de historia en historia, que sólo en contados casos tienen una ubicación geográfica concreta: recuerdo la presencia de Málaga en el relato que titula el volumen, además de en “El viento”, que aporta además el dato de que en ese momento teníamos alcaldesa en la ciudad, y seguramente en “Noche de San Juan” y “La hoguera”; además, tienen un marco concreto los relatos “Las Hoces del Río Duratón” en el lugar mencionado en el título, Madrid en “Marta” y en “Mi vecino el escritor”, Rusia en “Los lobos”, tal vez las cataratas de Iguazú en “La última cita”. En particular, en las que se sitúan en las Hoces del Duratón, el Jardín de La Concepción y en “El viento”, donde el escenario es el castillo de Gibralfaro,  Corona mima el detalle y el dato, de forma que sería posible recorrer esos lugares, disfrutarlos, usando los relatos de Corona como si de una guía se tratara. Cada recodo que se nombra es real y cierto, y en ese esfuerzo por lo concreto se advierte la exigencia de una narradora que mima cada línea, que medita cada historia para que la claridad del estilo se ponga al servicio de historias cuyos finales son magistrales. Que nadie espere aquí el giro sorprendente, el sobresalto efectista, el triple salto mortal y sin red para finalizar estos relatos. Lo que Corona consigue es sorprendernos con la elegancia exquisita de finales que permiten al lector intuir o soñar lo que habrá de pasar con esos personajes que, por lo general, se han hecho querer en pocas páginas.

Los devenires de los afectos ocupan un buen grupo de relatos, en los que las pasiones son diseccionadas con rigor pero sin rencor, como sucede en piezas como “Tiempo de fiesta”, “El viento”, “Adiós”, “Olvidar”, “Mi vecino el escritor” y “La hoguera”. Hay en este volumen la suficiente variedad de historias como para que cada cual pueda escoger sus favoritos. Aparte de algunos de los ya nombrados, me permito hacer mi propia selección, elegir aquellos que más me han emocionado o sorprendido:

En “El viaje”, los pasajeros arrastran sus maletas que tienen el peso y la consistencia de la memoria, en “La tormenta” nos encontramos un viajero que guarda una devoción inusual por los afectos y un compromiso irrenunciable por afrontar la realidad; en “Periscopio” y “La mudanza” nos  encontramos con fábulas muy diferentes pero que dejan en el lector la perplejidad por lo extraño en el primer caso y un pellizco de ternura y compasión en el segundo, sin forzar en ningún caso el discurso ni procurar efectismos sorprendentes. Podemos decir que unifica esta colección de relatos el hecho, podemos decirlo así, de que Corona Zamarro no escribe con negritas, no carga las tintas, no nos aturde con estridencias. Ella, sabia en ficciones y en afectos, opta por susurrarnos, por hablarnos en cursivas si queremos seguir con los símiles tipográficos, mientras paseamos, invitados, por el jardín soleado, con tramos de sombra, de sus ficciones de luz y a la vez de melancolía. Al volver la última página, una vez que frena nuestra lectura el despertador, un mirador reflejándose en un estanque nos confirma que hemos habitado un lugar propicio y grato en el que la anfitriona, inmejorable, se llama Corona Zamarro.

Texto leído para presentar el libro de Corona Zamarro "La invitada en El Jardín de la Concepción y otros relatos" (ed. Alhulia) en la sala de Ámbito Cultural, Málaga, el 31 de mayo de 2011.

sábado, 28 de mayo de 2011

La sangre del Chivo

        Hace medio siglo caía asesinado el dictador dominicano Trujillo, en unos hechos que Vargas Llosa narró en una extraordinaria novela. Ésta es la historia del tirano y del crimen.

        Vargas Llosa le dio entidad en la ficción después de que entre nosotros Manuel Vázquez Montalbán en su casi perfecta novela “Galíndez” diera cuerpo y sangre al régimen despótico de quien en la propaganda oficial era llamado no sólo Generalísimo sino Benefactor de la Patria y, más aún, Fundador de la Patria Nueva. Alguien a quien el pueblo, en voz baja y zumbona, llamaba, por su amor a las condecoraciones y oropeles, Chapita.  El nombre del hombre tras las chapas y los honores, del tirano alabado y asesinado, era Rafael Leónidas Trujillo Molina. Una emboscada hace ahora 50 años, el 30 de mayo de 1961, puso fin pero no paz a sus andanzas. Entre el ruido y la furia, volvemos la memoria al líder dominicano,  espejo del Generalísimo de España y antecesor de otros comandantes populistas aún ornados de ditirambos.


Redundancias dominicanas

        El cachorro de los jefes

Nacido el 24 de octubre de 1891 en la localidad dominicana de San Cristóbal, hacia la que se dirigiría la noche en que lo mataron setenta años más tarde, con ancestros dominicanos, canarios y haitianos (algo de lo que renegaría por las históricas desavenencias con la otra nación que comparte con República Dominicana la isla, agravada por la matanza de miles de haitianos que el propio Trujillo ordenará en 1937), la aparición de Trujillo en las cuestiones públicas dominicanas se remontan a los años en que el país estaba ocupado por los estadounidenses y él se incorpore, tras haber sido empleado de Telégrafos, a la Policía Nacional Dominicana, dominada por los ocupantes. A partir de ahí, y al abrigo de la ocupación, su carrera será meteórica: soldado en 1918, capitán en 1922, teniente coronel en 1924, jefe de Estado Mayor en 1934. Conspirador contra el presidente Horacio Vásquez, que había aupado a Trujillo, y tras terminar en 1924 la ocupación norteamericana, en 1930 llegó al poder a través de elecciones fraudulentas y sostenido por las acciones del grupo de sicarios y matones conocido como “La 42”. El 16 de agosto de 1930, coincidiendo con el auge de los fascismos europeos, comenzaba la era Trujillo.

RLT: La palmera con bayoneta

        El perejil o la vida

        El carácter presuntamente democrático del régimen recién nacido quedaría quebrantado por los asesinatos de opositores y puesto a las claras por los plenos poderes otorgados por el parlamento a raíz de un huracán que asoló Santo Domingo en septiembre de aquel año. Ilegalizadas todas las organizaciones políticas, e instaurado el Partido Dominicano como único permitido y con el lema "Rectitud, Libertad, Trabajo y Moralidad" (que tiene las mismas iniciales que el nombre completo del dictador), la acción de cuatro cuerpos de policía política se encargará de imponer la paz de los cementerios. En 1936 el culto a la personalidad llevará a que Santo Domingo, la capital del país, pase a llamarse, hasta 1961, Ciudad Trujillo, a la vez que la más alta montaña, el Pico Duarte, recibía el nombre de Pico Trujillo.  La voluntad de poder del Benefactor de la Patria (título otorgado por ley en 1932) le llevará incluso a dirigir personalmente, en octubre de 1937, el fusilamiento de haitianos que habían entrado ilegalmente en la mitad hispana de la isla. La orden inicial fue la de matar, fuera a tiros o a garrotazos, al menos a tres haitianos en cada aldea dominicana. Para evaluar si era haitiano el sospechoso, se le hacía pronunciar, y de ello dependía la vida, la palabra perejil. Evitada mediante la mediación de los países americanos una guerra entre los dos países tras la Matanza del Perejil de unos diez mil haitianos (hay quien sostiene que llegaron a 25.000 las víctimas), Trujillo pagó medio millón de dólares en concepto de reparación. Vargas Llosa pone en boca de Trujillo la justificación de aquella atrocidad: “Por este país, yo me he manchado de sangre -afirmó, deletreando-. Para que los negros no nos colonizaran otra vez. Eran decenas de miles, por todas partes. Hoy no existiría la República Dominicana. Como en 1840, toda la isla sería Haití. El puñadito de blancos sobrevivientes, serviría a los negros. Ésa fue la decisión más difícil en treinta años de gobierno, Simon”.


A veces veo Generalísimos...

        El amigo (y enemigo) americano

        La Segunda Guerra Mundial le aseguró a Trujillo la aquiescencia de Washington, que vio con buenos ojos su reelección en 1942 al revalidar las de 1934 y haber estado desempeñando el poder desde la sombra desde 1938 a través de presidentes títeres. Uno de ellos, su hermano Héctor Bienvenido Trujillo, se convertirá en presidente definitivo en 1952, con reelección en 1957. La voracidad del Trujillo principal, que condescendió a otorgar también el título de Generalísimo al Trujillo de adorno (que, al fin y al cabo, era el único de los hermanos en cursar estudios militares), irá distanciando a los norteamericanos de una dictadura tan intolerable como la cubana aunque fuera de signo opuesto. Ya no bastan festejos faraónicos y cosméticos como la Feria de la Paz y la Confraternidad del Mundo Libre que organiza en 1955-56. Así, en junio de 1959 se producen desembarcos de opositores en frustrados intentos de acabar con el Trujillato y que acabarán ahogados en sangre. Tras uno de ellos estaba la mano de Washington. Tras otro, la de Fidel Castro.

¿Amigos para siempre?

Vengativo y con un poder casi absoluto, Trujillo llegó a organizar atentados contra políticos de otros países, como es el caso del venezolano Rómulo Betancourt, que fue objeto de dos atentados ordenados por Trujillo: en 1955 en La Habana, y en 1960, usando explosivos detonados en su coche, en la avenida Los Próceres de Caracas. En 1956 es secuestrado en Nueva York, y asesinado, Jesús Galíndez, autor en 1953 del demoledor ensayo político “La Era de Trujillo”. La impunidad con la que se creía investido Trujillo facilitó que el proverbio bíblico acerca del hierro pudiera hacerse efectivo sobre su persona. Por más que en pintadas de sus partidarios el lema que resumía el credo trujillista proclamase sucinta y redundantemente “Dios y Trujillo”. El presidente Kennedy, empecinado entonces con acabar con otro dictador isleño del Caribe, daría su bendición para que en la República Dominicana se vertiera la sangre del Chivo.

Quien a hierro mata
       
        El largo historial de brutalidad del régimen, en el que el verdugo supremo era Johnny Abbes, jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM),  llegó a su cénit con el asesinato de las  hermanas Mirabal, junto a su chófer Rufino de la Cruz, el 25 de noviembre de 1960. Vargas Llosa sitúa ese crimen en su contexto en su novela de referencia: “Cuántas cosas habían pasado en la República Dominicana, en el mundo y en su vida personal. Muchas. Las redadas masivas de enero de 1960, en que cayeron tantos muchachos y muchachas del Movimiento 14 de Junio, entre ellas las hermanas Mirabal y sus esposos. La ruptura de Trujillo con su antigua cómplice, la Iglesia católica, a partir de la Carta Pastoral de los obispos denunciando a la dictadura, de enero de 1960. El atentado contra el Presidente Betancourt de Venezuela, en junio de 1960, que movilizó contra Trujillo a tantos países, incluido su gran aliado de siempre, los Estados Unidos, que, el 6 de agosto de 1960, en la Conferencia de Costa Rica, votaron a favor de las sanciones. Y, el 25 de noviembre de 1960 -Imbert sintió aquel aguijón en el pecho, inevitable cada vez que recordaba el lúgubre día-, el asesinato de las tres hermanas, Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, y del chofer que las conducía, en La Cumbre, en lo alto de la cordillera septentrional, cuando regresaban de visitar a los maridos de Minerva y María Teresa, encarcelados en la Fortaleza de Puerto Plata. Toda la República Dominicana se enteró de aquella matanza de la manera veloz”.


Sangre de mártires: las hermanas Mirabal

Este Imbert que hace personaje Vargas Llosa es Antonio Imbert Barrera, que junto a otros conspiradores, Modesto Díaz, Salvador Estrella Sadhalá, Antonio de la Maza, Amado García Guerrero, Manuel Cáceres Michel, Juan Tomás Díaz, Roberto Pastoriza, Luis Amiama Tió, Pedro Livio Cedeño y Huáscar Tejeda, tendieron la emboscada definitiva al Chivo. Hace 50 años. Viajaba Trujillo en uno de sus coches, un Chevrolet Bel Air azul claro, modelo 1957, con cortinillas en las ventanas y matrícula 0-1823. Los conjurados aguardaban en un coche, con armas proporcionadas por la CIA, que pasara camino de una de sus habituales escapadas de descanso a la Casa de Caoba (por el material predominante en su interior) en su ciudad natal. Vargas Llosa narra así el momento exacto en que se abrió fuego, diez menos cuarto de la noche: “Tony Imbert aceleró y en pocos segundos estuvieron a la altura del Chevrolet Bel Air. También estaba corrida la cortina lateral, de modo que Salvador no vio a Trujillo, pero sí, clarito, en la ventanilla de adelante, la cara fornida y tosca del famoso Zacarías de la Cruz, en el instante en que sus tímpanos parecieron reventar con el estruendo de las descargas simultáneas de Antonio y del teniente. Los automóviles estaban tan juntos que, al estallar los cristales de la ventanilla posterior del otro carro, fragmentos de vidrio salpicaron hasta ellos y Salvador sintió en la cara diminutos picotazos. Como en una alucinación alcanzó a ver que Zacarías hacía un extraño movimiento de cabeza, y, un segundo después, él también disparaba por sobre el hombro de Amadito.”

Trujillo ordenó a su chófer “Párate a pelear”. Así pasó. Sesenta impactos de bala recibió su coche, y siete su cuerpo. Zacarías, herido de nueve balazos, sobrevivió tras haber usado un fusil M-1y una ametralladora Luger. No el jefe, que recurrió a un pequeño revólver. Tras el tiroteo, la constatación de la muerte de Trujillo según Vargas Llosa: “Segundos después, Salvador se detenía, alargaba la cabeza sobre los hombros de Tony Imbert y de Antonio, que, uno con un encendedor y otro con palitos de fósforos, examinaban el cuerpo bañado en sangre, vestido de verde oliva, la cara destrozada, que yacía en el pavimento sobre un charco de sangre. La Bestia, muerta”. Un segundo vehículo recogió a los conjurados y al cuerpo de Trujillo, que fue a parar al maletero. A las cinco de la madrugada sería encontrado el coche con su carga acribillada. El hijo mayor, Rafael Leónidas Trujillo Martínez, Ramfis, regresó apresuradamente de París para hacerse cargo del poder y de las exequias.

La tumba inquieta

El 2 de junio, tras el masivo velatorio popular en el Palacio Nacional de Santo Domingo, se celebraron los funerales en la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación de San Cristóbal, en cuya cripta bajo el altar sería sepultado. Hasta que derrumbado el régimen y exiliados los Trujillo, en noviembre de 1961 saldría del país el cuerpo embalsamado en el yate Angelita en compañía de sus deudos y, según la prensa, de 95 millones de dólares en lingotes de oro. Interceptado el barco, regresado a la isla, y no encontrado el oro, se permitió la expedición del cuerpo, por vía aérea, hacia París, donde encontró reposo a pocos metros de la tumba de Beethoven, en el cementerio de Pére Lachaise. En 1970, por iniciativa de su viuda, gaditana, el cuerpo será sepultado en el Cementerio de la Almudena, en Madrid y, tras la muerte de Ramfis, y unidos en la muerte padre e hijo, en un panteón en El Pardo hoy abandonado y solitario.

La máscara del muerto


El mismo día en que enterraban a Trujillo, un comando del SIM irrumpió en la casa de uno de los conjurados, Amado García Guerrero, que resultaría muerto en la acción. Dos días más tarde caerían bajo las balas Juan Tomás Díaz y Antonio de la Maza. El 10 de junio fue detenido y torturado el general José René Román Fernández. El 18 de noviembre fueron capturados, y fusilados en una hacienda en San Cristóbal, el resto de prófugos: Roberto  Pastoriza, Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella Sadhalá, Modesto Díaz, Huáscar Tejeda y Manuel Cáceres Michel. Sólo Antonio Imbert Barrera y Luis Amiama Tió consiguieron sobrevivir a la persecución.

Quedaba vengado el Benefactor de la Patria, Fundador de la Patria Nueva, Primer Médico de la República, Primer Anticomunista de América, Primer Maestro de la República, Primer Periodista de la República, Genio de la Paz, Protector de todos los Obreros, Héroe del Trabajo, Restaurador de la Independencia Financiera del país, Salvador de la Patria, Generalísimo Invicto de los Ejércitos Dominicanos. Chapita. La Bestia. El Chivo.



Publicado en diario Sur el 28 de mayo de 2011

Vamos, hijos de la patria

      Quienes narraron la proclamación de la desdichada Segunda República en España contaban la extrañeza de ver en las calles a las multitudes festivas cantando el que era el himno revolucionario más querido, “La Marsellesa” con la misma letra que damos a nuestra Marcha Real: a puro tarareo. Es una melodía que viene a la mente asociada a momentos épicos, a masas en movimiento, a instantes en que se planta cara a la opresión con una canción como arma. Recuerden la escena en “Casablanca” cuando un grupo de nazis entonan uno de sus himnos bárbaros propiciando que Victor Laszlo, el marido heroico de Ingrid Bergman, se encarame al estrado de la orquesta, entre los humos perennes del Rick’s Café Americain, para hacer que como réplica haga sonar “La Marsellesa” que será secundada por la náufraga clientela, que arde en fervor y en esperanza y en lágrimas. Esa capacidad empática del himno francés (recuerdo otra escena entre nieblas, el desfile de celebración de la liberación de París, el general De Gaulle convertido en gigante y en inmortal y la muchedumbre que canta ese canto de guerra y de victoria), aparte de esos momentos de esperanza y de alegría, de rabia y porvenir, ya había dado entre nosotros un fruto singular, la zarzuela “La Marsellesa” que comparece en el Teatro Municipal Miguel de Cervantes el 3 y el 5 de junio. Con la Orquesta Filarmónica de Málaga dirigida por Lorenzo Ramos. En coproducción del Teatro Cervantes de Málaga, la Ópera Cómica de Madrid y el Coro de Ópera de Málaga, tendrá como solistas a María Rodríguez, Ruth Rosique, María Lourdes Benítez, Alejandro Roy, Juan Manuel Corado y  Francisco Sánchez.


Estrenada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el 1 de febrero de 1876, esta zarzuela en tres actos de Manuel Fernández Caballero con libreto de Miguel Ramos Carrión llegó al propio Cervantes en el mismo año de su resonante estreno madrileño. Aunque en ese momento primero se tituló “El canto de la patria”, esta zarzuela tiene tras de sí una curiosa historia. La temporada 1875-76 del Teatro de la Zarzuela iba de capa caída, con estrenos cada dos semanas que sólo provocaban indiferencia. Valgan algunos de los títulos para comprobar los estragos del olvido: “El hidalguillo de Ronda”, “Compuesto y sin novia”, “¿Con quién caso a mi mujer?”. La inestabilidad política de aquel inicio de la Restauración, la indiferencia y  las nevadas fueron dejando vacías las butacas. Sólo del estreno de “La Marsellesa”, aplazado desde meses por la lentitud del compositor, podía salvar al Teatro del cierre definitivo. La carga revolucionaria que el libreto podía tener hizo que el ministro de Gobernación, el rondeño Francisco Romero Roblado, hizo que se le leyera en su integridad para tranquilidad del gabinete de Cánovas. La noche del estreno, en el cierre del primer acto, los sones del himno compuesto por Rouget de L’Isle, acerca del cual trata la zarzuela, despertaron el entusiasmo del público mientras caía el telón sobre un desfile de voluntarios. El acto segundo, con un dúo entre los personajes de Rouget y Flora, en el que mezclaban sus melodías  “La Marsellesa” y otro himno revolucionario, el “Ça irà” repitió la magia del acto inaugural. El tercero, más flojo, ofrecía un final dramático con dos personajes camino del cadalso y con “La Marsellesa” presentada ahora como una melodía aterradora. La admonición de Madame Roland camino de la guillotina, “Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre” está más cerca del espíritu de este drama musical que la bienintencionada declaración que introduce Jean Renoir en su película de propaganda “La Marsellesa”(1938): “La Nación es la reunión de todos los franceses, es usted, soy yo, la gente de la calle, es ese pescador. Los ciudadanos son las personas que la integran”. Una nación de hijos de la patria que marcha hacia la libertad o hacia la muerte.


Rick's Cafe Americain

Publicado en diario Sur el 28 de mayo de 2011

miércoles, 25 de mayo de 2011

25 de Mayo

Hoy es 25 de mayo. Un miércoles cualquiera de España, de ruido político a propósito de las elecciones (batacazo de los socialistas, pactos en municipios, esas zarandajas), de fútbol con el Barcelona jugándose en Wembley la Copa de Campeones (catalán consorte, soy más que apolítico, agnóstico en fútbol). Pero a catorce mil kilómetros es un día de sol, de paz, de orgullo, de patria. Porque en Argentina, que es también mi patria porque tengo allí desde 1907 familia especial y visceralmente querida, donde tengo amigos que también anidan, alborotándolo con dulce alegría mi corazón, el 25 de Mayo es la fecha sagrada, la del comienzo de su lucha por la Independencia de esta todavía áspera España. 25 de Mayo, cuando todos los argentinos, y los que por razones culturales o familiares o de simple afinidad, nos consideramos parcialmente argentinos, nos sentimos patriotas y nos prendemos de la solapa una escarapela con los colores blanco y celeste de la bandera.

         Este 25 de Mayo es especial. Todos los 25 de Mayo son especiales para mí. Esta vez por lo que hace un año fue este 25 de Mayo, aquel en el que se cumplían dos siglos desde ese momento de entusiasmo de 1810 en Buenos Aires. Y porque aquel día, el del bicentenario de la República Argentina, yo, ay, estaba allí. Recuerdo ahora ese día, ese momento en mi biografía. Con la cabeza llena de voces, de nombres, de amigos, de familiares, con los Fernández Moreno de Santos Lugares y de Devoto y de  San Isidro, con los Ceraso y Cicarelli de Santos Lugares, con los Andjell y Jarak y Kogan de Buenos Aires, con el paisaje de las calles inmóviles bajo la hojarasca de Santos Lugares, recuerdo un día que fue martes y que queda fijado en una pared de casa por una placa de metal colgada en mi biblioteca bajo un retrato de Eva Perón que lleva prendido en la esquina superior izquierda mi escarapela argentina de ese día (y que llevé también en la solapa en octubre de ese año y en Barcelona en la boda de mi amigo Luciano Ceraso).

Nostalgias argentinas en un rincón de la biblioteca

         No quiero, pues me conozco, eternizarme ni enredarme en los serpenteos de la memoria, en los caprichos de la divagación. La placa dice así: “Al Sr / MARIO VIRGILIO MONTAÑEZ / el Centro Cultural Andalucía de Buenos Aires / en agradecimiento a su / valiosa colaboración en la charla / “PICASSO MALAGUEÑO UNIVERSAL” / Santos Lugares 25 de Mayo / de 2010”. La imagen de Eva, testimonio de mi fascinación por el personaje y de mi repulsión de su marido, la compré en Buenos Aires en 1988. En un papel malo y como de los años 50, ha estado colgada desde entonces en mis domicilios. Pero volvamos a ese día. Estaba yo en casa de los Ceraso, en Santos Lugares, en el Gran Buenos Aires, por motivos de trabajo. Una exposición de obra gráfica de Picasso concebida y comisariada por mí (y no por quien la avidez por la notoriedad le concedió esos laureles ajenos) se mostraba en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, a una estación de cercanías de la de Santos Lugares. Los andaluces del CeCABA (el citado Centro Cultural Andalucía de Buenos Aires) habían solicitado que les diera una charla sobre el artista. La fecha fue la del Bicentenario Argentino. El lugar, el local de la Fraternidad (un sindicato ferroviario) en Santos Lugares.

En plena charla


Los supervivientes del extensísimo acto,
a los pies de Picasso al terminar

     Una nota de prensa cazada en Internet glosa y resume mejor que yo el transcurso del acto:
 “En el marco del Bicentenario del primer Gobierno patrio argentino, el Centro Cultural Andalucía de Buenos Aires ofreció una charla sobre el célebre artista plástico Pablo Picasso, que estuvo a cargo de Mario Virgilio Montañez, jefe del Departamento de Promoción Cultural de la Fundación Pablo Ruiz Picasso-Museo Casa Natal (Ayuntamiento de Málaga).
IberInfo (Buenos Aires)
El acto, que se llevó a cabo en la sede del CeCABA, situada en la calle Severino Langieri de la localidad bonaerense de Santos Lugares, contó con la asistencia de numeroso público y representantes de medios de comunicación orientados a la comunidad española.
Tras la presentación, que estuvo a cargo de Sergio Poves Campos, se escucharon el Himno Nacional Argentino, la Marcha Real y el Himno de Andalucía, entonándose las estrofas del primero y del último, por parte de todos los allí presentes, en pie.
A continuación, Montañez desarrolló una amplia exposición sobre el artista malagueño, explayándose en su biografía, trayectoria artística y los hechos destacados de su vida, ilustrando sus palabras con la proyección de imágenes, mostrando su evolución artística.
Fue así hilvanando los hechos, desde el nacimiento de Pablo Ruiz Picasso en Málaga, el 25 de octubre de 1881, hasta su deceso en Mougins (Francia), el 8 de abril de 1973; con referencias sobre su familia, la casa natal, sus relaciones artísticas y sentimentales y, sobre todo, su trayectoria artística.
Puso también un matiz especial al referirse al hallazgo de los restos de los padres del General D. José de San Martín en el año 1947, en la malagueña iglesia de Santiago, la misma en la que fuera bautizado el artista, que está situada frente a la plaza de la Merced, cruzando ésta en diagonal desde la sede la Fundación Pablo Picasso, en la que fuera su casa natal.
Tras la exposición, directivos del CeCABA hicieron entrega de presentes recordatorios a Mario Virgilio Montañez y, posteriormente, fue ofrecido un vino de honor.”
De esas casi cuatro horas que duró la velada, por mi locuacidad y esa capacidad de perderme en detalles prescindibles que creía amenos, recuerdo la sensación extraña de los cantos ceremoniales del comienzo, con el gesto de agradable sorpresa por parte de los argentinos al constatar que me sabía la letra de su himno nacional (“Oíd, mortales, / el grito sagrado: / libertad, libertad, libertad...”) y mi perplejidad al escuchar el himno de Andalucía en boca de esos remotos andaluces. Entre ambos cantos, el silencio respetuoso, todos en pie, a los sones de la Marcha Real. También me asombró, y no es modestia falsa, que mi disertación despertara el entusiasmo entre mis muy pacientes escuchantes (y oyentes).

Pura cotidianidad en casa de los Ceraso.
A la izquierda del sifón, Mario V.
A la derecha de la Coca-Cola, Julia Luzuriaga

Me miro aquí, en Málaga. Miro el calendario, la modesta y tan valiosa placa. Es 25 de Mayo. Ellos, tan queridos allí. Y yo aquí. Et in Arcadia ego. Quisiera estar en Santos Lugares. Ahora. Sin Picasso. Con Maribel. Con los Fernández, con los Ceraso. Sonrío. Con nostalgia. ¿Algo más que declarar, Mario? Por supuesto: ¡Viva la patria!
La nota de prensa, con imágenes, del CeCABA

lunes, 23 de mayo de 2011

Democracia

What is America to me?
A name, a map, or a flag I see?
A certain word, 'democracy'?

Frank Sinatra, The house I live in

Ayer fui a votar. Mientras, en Málaga y en otras muchas ciudades de España, había una plaza ocupada (un término militar muy grato a los que protagonizaban esa acción, aunque sería más adecuado decir que estaba usurpada) por gente que pedía democracia real. En un momento que algunos con ligereza u optimismo tratan de histórico, no debería mantener la indiferencia hacia ese movimiento. Mi respuesta hacia ellos es negativa. Vivimos en una democracia imperfecta pero real. No pueden, ni deben, equiparar nuestro modelo político con el de los países árabes llamando a lo que ellos representan “Spanish revolution”. Para transformar la ingrata realidad ya hay cauces de participación política y leyes para regularlas. Leyes que ellos no han cumplido y a las que se consideran inmunes. Sólo se representan a sí mismos, a los miles de personas que secundan su picnic a lo largo del país. No son el pueblo, por tanto, pues no han pasado por el refrendo del pueblo. Nadie los ha votado. Por lo tanto, ese grupo de anticapitalistas con sus consignas colectivistas, su osadía ilusa, son el reverso, y el equivalente, de aquellos que ya quisieron salvar a esta democracia de sí misma en febrero de 1981. Ellos ya están, acampados, todos en el suelo. El pueblo español, como entonces, está con la Constitución.





A certain word, Democracy...

domingo, 22 de mayo de 2011

La manzana de Picasso

Vivimos tiempos raros. Rodeados, asediados, de máquinas que nos hacen zozobrar cuando fallan, como en el reciente incendio que en Málaga nos dejó tocados con el cese de líneas ADSL, o de teléfonos móviles, en los que anidan terribles politonos, pasamos la vida en un presente eterno e infinito. Somos, ay, demasiado hijos de nuestro tiempo, cuando muchos han cambiado al Dios omnipotente y omnisciente por algo que se llama Google, y desdeñamos lo antiguo por considerarlo ajeno, elevados como estamos, como nos creemos, sobre una montaña de soberbia que nos hace inmunes a las tentaciones de lo que no late en el mismo calendario de nuestros días fugaces. Y es que, elevados sobre el pedestal del progreso, hemos mordido la manzana peligrosa y se ha cumplido lo que decía el Génesis: “Mas sabe Dios, que el día que comiereis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como dioses, sabiendo el bien y el mal”.
                        ¿Verdad que este sermón moralista y reaccionario, pese a su arbitrariedad y ánimo busca-bocas, se nota que está escrito pensando en estas alturas de los tiempos, recién comenzada la segunda década del siglo XXI? Pues prueben a cambiar los ordenadores y los teléfonos móviles por aparatos de radio y gramófonos, por la maravilla pasmosa del cine, por los discursos que prometían el paraíso (otro paraíso)  en nombre de Lenin, cambiemos esta óptica por la de los años veinte, con aeroplanos cruzando el Atlántico, con medicinas nuevas y miles de periódicos saliendo enloquecidos de relucientes linotipias, y puestos en los años veinte y treinta, comprobemos cómo esta vorágine de ahora es la vorágine de aquellas décadas de entusiasmo y riesgo, de futuro nuestro de cada día. Por ello es oportuno el concierto que en el Teatro Echegaray ofrecerá el pianista israelí Ishay Shaer el 27 de mayo bajo el título “La música en tiempo de Picasso”.


Ishay Shaer

                        Ningún artista ha representado mejor ese siglo de ciencia y de locura, cuando era científico el cubismo y era angustioso el surrealismo, de renacimiento y confianza cuando se apagaron los hornos nazis y en las pantallas había Technicolor y en los lienzos jugaban, danzando, las cabras junto a los faunos y era el día una congelada bacanal serena y celeste. Ese tiempo, el de Picasso, es el que se evocará desde el teclado con músicas de Maurice Ravel, de Bela Bartók, de Scott Joplin, de Isaac Albéniz y de Sergei Prokofiev. Son músicas que, anestesiados por los anuncios, el chundachunda, la radio fórmula o las tentaciones del pirateo, desdeñamos para, a lo sumo, mirar nostálgicos mucho más atrás, hacia el tiempo de Mozart y de Beethoven, de nuestro santo padre Bach o acercándonos más al siglo de Picasso, de Mahler y sus terremotos del alma. Es lo que hay, que quizás hemos optado, por aquello del confort cobarde, por no arriesgar, por pisar terreno seguro, por habitar en una orilla de carne mojada y dulce que firma Sorolla y no aquella en la que dos amantes se muerden y que soñó Picasso. Las estridencias de Prokofiev y de Bartok, el dinamismo del jazz de los ragtimes de Joplin, la revisión irónica del pasado que encarna Ravel o la asunción estilizada del folclore que encontramos en Albéniz son, al fin y al cabo, algo que también se puede apreciar en Picasso, el signo de unos tiempos que nos ofrece revivir Ishay Shaer uniendo a nuestra abotargada sensibilidad de hoy lo que sintieron y oyeron otros hombres en estos mismos sonidos, en un tiempo, el de Picasso en el que, como en el nuestro, el futuro es cosa de cada día. Tocará el piano Ishay Shaer, y nosotros, paisanos de Picasso, volveremos a oír esas músicas con los ojos abiertos, la manzana amarga en la boca, creyéndonos dioses que saben del bien y del mal.

Publicado en diario Sur el 21 de mayo de 2011

sábado, 14 de mayo de 2011

El misterio del vuelo de Hess

Hace 70 años, el vice-Führer de la Alemania nazi, Rudolf Hess, se dejaba caer en paracaídas sobre Escocia, en plena Segunda Guerra Mundial, en un acto cuyas motivaciones siguen siendo objeto de discusión y que constituye uno de los episodios más misteriosos del conflicto. El 1 de octubre de 1946, un tribunal que funcionó con todas las garantías jurídicas, reunido en Nuremberg, condenó a cadena perpetua a Rudolf Hess, segundo del régimen nazi, por crímenes de guerra. Un recorrido somero por internet encontrará múltiples referencias hacia Hess tildándolo de héroe e incluso de mártir, con distorsiones de los hechos de claro sabor neonazi. Por ello, este artículo, que tiene como base los libros de Martin Allen, Joachim Fest e Ian Kershaw, manifiesta desde el comienzo su repudio hacia todas las teorías y manipulaciones tendentes a exonerar de culpa a Hess y a defender su ideología.

Si se tratara de una película, ésta podría comenzar cuando Heinz Haushofer, hijo y hermano de dos importantes asesores de Hitler en materias de Geopolítica, llega a Berlín en mayo de 1945, cuando ya se ha rendido el Tercer Reich y las ruinas aún humean. Entre los cascotes de un centro de exposiciones escarba buscando los restos de su hermano Albrecht, ejecutado en los últimos días del régimen tras haber sido detenido como sospechoso de participar en la operación Valquiria que culminaría con el atentado fallido contra Hitler. Efectivamente, mezclado con otros cadáveres, está el de Albrecht. Ligados a él, existen documentos difíciles, cartas en clave. En marzo de 1946, el espantado Heinz encontrará en un claro de un bosque los cuerpos de sus padres, víctimas de un suicidio pactado tras haber sido interrogado el padre, el profesor Karl Haushofer, por oficiales de Inteligencia británicos. Ambas escenas tienen el suficiente componente dramático, una con un fondo de humo negro y otra con canto despreocupado de pájaros entre los árboles, para subrayar que padre e hijo, más allá de su complicidad con el régimen criminal, tenían en común haber sido piezas destacadas en el juego de ajedrez que condujo a que la segunda figura más importante del Tercer Reich huyera en 1941 para ponerse en manos de sus enemigos y en un cautiverio que sólo terminaría, tras una muerte discutida, en 1987. Pero antes de ser el prisionero de Spandau, Rudolf Hess fue el desertor, el loco, el mediador frustrado, la víctima de un engaño. Porque todas estas hipótesis se usaron para explicar aquellos hechos extraños de hace 70 años, aquel mayo de 1941 que ahora evocamos.

El brujo y el aprendiz de brujo:
Karl Haushofer y Rudolf Hess



El memorándum perdido

Quizás la clave para desembrollar este misterio esté en un documento incautado al archivo de Albrecht Haushofer que desapareció de los archivos del Departamento de Estado en Washington a los tres días de llegar, en diciembre de 1945. Del mismo sólo se conoce la descripción en un inventario, según el cual era “Un memorándum personal, fechado el 5 de mayo de 1941 en Obersalzberg, de Haushofer a Hitler, referente a las conexiones de Haushofer con Inglaterra y a la posibilidad de usarlas como contactos para establecer conversaciones de paz”. A partir de ahí, de que este documento contradecía la ignorancia que Hitler tenía de los planes de su subalterno, del hecho de que hubo tentativas de paz entre nazis y británicos, es posible aportar algo de luz a aquellos hechos inauditos.

Martin Allen, autor de un denso pero apasionante libro de investigación que tituló “El engaño Hitler/Hess” y que oportunamente se publicó en España como “El enigma Hess”, aporta una interpretación, basada en documentos que une gracias a razonables conjeturas, sostiene que ante la imposibilidad de vencer a Alemania tal como estaba la situación en la primavera de 1941, los británicos idearon un ardid para convencer a los nazis de la posibilidad de firmar con ellos la paz y fortalecer su decisión de atacar a la Unión Soviética. Fest y Kershaw, en cambio, no contemplan la posibilidad de este engaño. Atrapados entre dos frentes, el oriental y el occidental, sería posible el debilitamiento de la bestia nazi y la victoria aliada. Para poner en marcha ese engaño, que debía mantenerse a espaldas de los soviéticos, era necesario moverse con cautela: Inglaterra era una nación asediada, bombardeada con saña, amenazada de invasión, que no podía permitirse que su pueblo supiera que planteaba posibilidades de paz a los enemigos contra los que combatía a muerte, y que a la vez se planteaba arrojar la devastación absoluta de la maquinaria de guerra alemana sobre la Unión Soviética que tenía vigente un acuerdo de no agresión. Esta maniobra maquiavélica de los británicos sólo pudo ser posible de la relación de amistad y confianza entre Hitler, Hess y los dos Haushofer (el padre fue el creador de la teoría nazi del “espacio vital” que justificaría la invasión de sus vecinos; el hijo era el mayor especialista nazi en cuestiones inglesas). Allen llega a afirmar que de esta amistad a cuatro bandas parte el fracaso del Tercer Reich.

Rudi y el Lobo

Nacido y criado en Alejandría, Rudolf Hess viviría en Egipto hasta los 14 años, pasando sus vacaciones en Alemania. Regresado al terruño, cursó estudios comerciales en Alemania y Suiza hasta que en 1914 se alista voluntario en la Primera Guerra Mundial. En una carta escrita a finales del conflicto afirmaba: “He sido testigo de los horrores de la muerte en todas sus formas [...] bombardeado durante días por la artillería pesada [...] He pasado hambre y sufrido, como todos los soldados en el frente. ¿Y todo eso ha sido en vano, el sufrimiento de la buena gente, todo para nada?” Las experiencias extremas que vivió en el frente podrán ser aducidas más tarde como explicaciones de su posible locura. Este desengaño por la derrota le llevará a volcarse con la revanchista doctrina que predicaba un oscuro cabo austriaco. No menos determinante será la formación como piloto que la guerra le proporcionó. La temprana militancia nazi permitió a Hess poner en contacto a Hitler con Karl Haushofer, un profesor que enseñaba Geopolítica por el que en 1920 Hess, fascinado por sus teorías, dejó en 1920 el trabajo en una importadora textil para seguir sus clases en la Universidad. Según un informe del FBI de 1944, fue ese encuentro el que ocasionaría la creación, en 1921, del partido nazi. La temprana influencia de Haushofer sobre Hitler se manifiesta en el hecho de que cuando fracasa su intento de golpe, el famoso “putsch de la cervecería”, es en casa del profesor donde Hitler busca refugio durante unas horas. Compañero de aquel catastrófico fracaso fue Hess, que acompaña a Hitler durante su encierro, convertido en su secretario al que dicta el nefasto “Mein Kampf”. En un interrogatorio, Karl Haushofer asegurará que durante aquellas jornadas de redacción, Hess se convirtió en autor de importantes pasajes del libro. Convertido en el más leal colaborador de Hitler, los dos amigos se llaman en la intimidad Rudi y Wolf. Es más, cuando nace el único hijo de Hess, en 1938, éste recibe como nombre Wolf Rüdiger. Sus padrinos, Adolf Hitler y Albrecht Haushofer.



La imagen de Hess es inmejorable entre los nazis, ya que según Allen era “un hombre respetado, amable, que todos los años participaba en competiciones aeronáuticas y carecía de vicios, a diferencia de otros dirigentes nazis como el alcohólico doctor Robert Ley o el atrozmente antisemita Julius Streicher”. Para el responsable de los nazis residentes en el extranjero, Ernst Bohle, Hess “era un idealista sincero, en mi opinión el mayor idealista que hayamos tenido en Alemania, un hombre de naturaleza muy tierna, sin uniformes o ese tipo de cosas, y que muy rara vez aparecía en público”.

El peligro de la paz

En la primavera de 1939, Albrecht Haushofer hace para Hess un informe sobre el futuro de la guerra que establece en la actitud de Inglaterra el destino del inminente conflicto. Este hecho llevará a Hess a buscar la paz con los ingleses. Inglaterra, mientras tanto, verá como un factor clave la neutralidad de España, de forma que se vpagarán sobornos a altos funcionarios franquistas y el embajador británico en Madrid, Samuel Hoare jugará un papel vital en el juego de promesas y aplazamientos secretos que se traducirá, hasta el momento del vuelo de Hess, en dieciséis tentativas secretas de llegar a un acuerdo entre las dos potencias en conflicto. Un buen amigo de Haushofer, el duque de Hamilton, muy cercano al rey Jorge VI, será fijado como el interlocutor adecuado para el intento definitivo. Los servicios secretos ingleses harán creer a Hess y Haushofer que hay en Inglaterra una facción favorable a la paz, en la que militan Hamilton y Hoare, capaz de arrebatar el poder a Churchill y firmar la paz con Inglaterra. A cambio de dejar las manos libres a Hitler para atacar a la Unión Soviética y expandirse por el Este, los nazis se retirarían de sus conquistas en Occidente, reconociendo incluso un cierto derecho a la existencia de una Polonia tutelada por Alemania. La jugada a cuatro bandas afecta a Hess, Haushofer, Hamilton y Hoare. Los pocos documentos confidenciales ingleses que dan nombre a esta operación de engaño le dan el nombre de Operación Señores HHHH.

Bohle, en Nuremberg

Bohle, nacido y criado en Inglaterra, traduce al inglés diversos documentos confidenciales destinados al círculo de Hamilton y Hoare. Hess acuerda con Haushofer que sea éste el emisario que viaje con la propuesta definitiva. Para estos momentos, Hess, según reconoce Winston Churchill, tenía la plena confianza de Hitler, siendo uno de los pocos hombres “capaces de comprender los pensamientos más íntimos de Hitler, su odio hacia la Rusia soviética, su deseo de acabar con el bolchevismo, su admiración por Gran Bretaña y su sincero deseo de establecer una relación amistosa con el Imperio Británico [...] nadie conocía a Hitler mejor”.

Vuelo nocturno

El 10 de mayo de 1941, Londres recibe el más atroz bombardeo de toda la guerra; a partir de ese día, la intensidad de los ataques bajará ostensiblemente. El día siguiente, Hess monta en un Messerschmitt-110, modificado para que lo pueda pilotar sólo una persona. Al acercarse a territorio inglés, diversos cazas salen a interceptarlo al ser detectado por radar. Dos de ellos, según desvelará una investigación en 1999, recibieron la orden de abortar la misión tras tenerlo a tiro. Hess, que ha engañado tanto a Haushofer como a sus interlocutores ingleses sustituyendo a Bohle, cree que en la residencia de Hamilton en Escocia le espera también el duque de Kent, hermano del rey. 



Allen, en un esfuerzo de imaginación, deduce una presencia de incógnito de este Windsor ducho en negociaciones discretas. Lo cierto es que cerca de la residencia de Hamilton (en la que hay preparados depósitos de combustible adicionales del mismo modelo de avión usado por el alemán), salta Hess en paracaídas, estrellándose cerca el avión. La secuencia siguiente es previsible: detención, peticiones de entrevistarse con Hamilton, uso de una identidad falsa durante 18 horas, alerta en Alemania al saberse que ha escapado el vice-Führer, mensaje oficial que lo tilda de loco junto a deseos de que haya caído al mar, interrogatorios en suelo inglés, alguno de ellos dirigido por Hamilton, rechazo de cuanto pueda ofrecer al saberse que es ya una anécdota en la Historia, un verso suelto y amargo, un nazi amable pero inútil. Lo que no es previsible es la reacción de Churchill al saber que ha sido detenido en Escocia. A punto de ver en su residencia un pase de “Los hermanos Marx en el Oeste” (la de “más madera; es la guerra”), reaccionó con un “¿me está diciendo usted que el vice-Führer de Alemania está en nuestras manos? ¡Bien, sea o no sea Hess, yo ahora voy a ver a los hermanos Marx”. Y así fue. En Alemania, Hitler terminará haciendo como si nunca hubiera existido Rudi. La salvación de Inglaterra llegará el 22 de junio, cuando Hitler lanza su ataque sobre la Unión Soviética, que terminará devolviendo el golpe y conquistando Berlín en la primavera de 1945. Cuando ya sea demasiado tarde y un subalterno le ofrezca negociaciones con Roosevelt, Hitler le dirá que si éstas fracasan tendrá que desecharle como hizo con Hess. Y cuando vibren bajo el fuego soviético las paredes del búnker, echará de menos a aquel sucesor que se volvió loco...

Artículo publicado en diario Sur el 14 de mayo de 2011

La voz de Sheherazade

Dos semanas después de reunir en rara pandilla al flautista de Hamelin, al nostalgioso E.T. y al impetuoso Beethoven llamando a la puerta del porvenir, la Orquesta Filarmónica de Málaga vuelve a ofrecer una velada con el propósito de que los niños se acerquen a la música grande. También en el Teatro Municipal Miguel de Cervantes, y los días 20 y 21 de mayo, ofrece un programa en el que se interpretará, bajo el título unificador de “Sueños de Infancia II. Las Mil y Una Noches” tres obras muy diversas: la suite “Aladdin” de Carl Nielsen, el Concierto nº1 para piano y orquesta de Ahmet Adnan Saygun y “Sheherazade” de Nicolay Rimsky-Korsakov. A la batuta, Howard Griffiths. Al piano, Gulsin Onay.
Esta vez la propuesta reúne, a primera vista, a dos personajes de las Mil y Una Noches y a un compositor turco. O, de otro modo, música creada por un danés, un turco y un ruso. De un extremo y otro del programa podemos, y no en vano, esperar ensoñaciones de Arabia. Del restallante concierto de Saygun, un ejercicio de energía (compartido por la orquesta) en lo que será su primera interpretación en España. Con todo, se trata de la única pieza de la velada enteramente concebida y apta para mayores. Su lenguaje, apartado del melodismo mas o menos lineal asimilable por los niños está aquí ausente. Eso sí, verán manoteos desesperados sobre el teclado, una fiesta que es a la vez una tormenta, aparatosidad, estruendo y sobresalto. Que es, al fin y al cabo, lo que gusta a los menores. Otro estreno, esta vez sólo para Málaga, es el de esta primera audición local de la suite de Nielsen. Que empieza, con su “Marcha festival” de forma muy efectista, rítmica, una marcha que uno no puede evitar imaginarse encarnada en una fiesta de Moros y Cristianos, de los de puro humeante, barbotas afiladas y alfanjes de pura plata. Una preciosidad orquestal, una elección perfecta para comprobar la versatilidad de la orquesta para moverse entre las siete partes de la suite que se mueven entre lo espectacular, lo lírico y lo juguetón.
Carl Nielsen: Suite Aladdin

Pero si en el anterior concierto los honores los merecía Beethoven, esta vez es Rimsky-Korsakov el que se ganará la aprobación general. Esta suite orquestal es la mejor plasmación musical del gusto exótico y oriental que encontramos, por ejemplo, en las pinturas de Mariano Fortuny con sus minucias de pedrería, tardes y nubes de sinuoso sándalo. Cuatro son los episodios que componen esta suite: “El mar y el barco de Simbad”, “El cuento del príncipe Kalender”, “El joven príncipe y la princesa” y “Fiesta en Bagdad: naufragio de un barco sobre las rocas”. En las notas que acompañan a la partitura, Rimsky-Korsakov quiso fijar sólo el marco general en el que los cuatro episodios se imbrican: “El sultán Shahriar, persuadido de la perfidia y de la infidelidad de las mujeres, jura matar a cada una de sus esposas después de pasar con ellas la primera noche. Pero la sultana Sheherazade logra salvar su vida cautivándole con las historias que le cuenta durante mil y una noches seguidas. Azuzado por su curiosidad, el sultán va demorando de día en día la ejecución de su esposa y acaba por renunciar a ella definitivamente. Sheherazade le cuenta muchas maravillas, citando versos de los poetas y los textos de las canciones, uniendo las historias unas a otras”. Lo que hace esta música es justamente eso: ofrecernos muchas maravillas. En un prolijo pero insatisfactorio prólogo a “Las mil y una noches”, Jorge Luis Borges concluía con una sentencia que es veraz y concisa: “Los siglos pasan y la gente sigue escuchando la voz de Sharázád”. No se equivocaba.
Artículo publicado en diario Sur el 14 de mayo de 2011

sábado, 7 de mayo de 2011

Klezmorim in the night

Olvidamos que en esta ciudad hay una estatua desprovista de pedestal, y con ello de la debida dignidad, que muestra a un sabio ensimismado al que ignoran los paseantes en calle Alcazabilla. Olvidamos que aquel hombre, Shlomo Ben Gabirol, iluminó con su razón y su pasión con un resplandor que aún pervive, la fe de Israel desde que naciera en estas mismas calles malagueñas. Olvidamos que este trozo de orilla fue lugar para que de las tres culturas que en un instante pugnaron o convivieron, una de ellas quedara convertida en nota al pie de página, susurro entre las calles de la Judería, delatada públicamente por ese bronce descabalgado. Y cuando, en la noche en blanco, se alborote nuevamente, entre el Museo Picasso y el Teatro Romano, ese trozo de la ciudad, la música que mantiene viva esa añoranza y esa ausencia, sonará en el Teatro Cervantes.

            Porque esa noche, la del 14 de mayo, tendrá lugar allí el concierto de Klezmer Sefardí, “Música judía de bodas y otras celebraciones” que integran el español Eduardo Paniagua, los hermanos búlgaros Ivo y Nasco Hristov y el argentino Jorge Rozemblum. Media hora antes del conciero, Paniagua y Rozenblum darán en el mismo lugar una charla sobre la música tradicional judía. Allí se hablará de cómo es el Klezmer la música popular judía, acrisolada en el ámbito centroeuropeo con influencias venidas tanto de Oriente Medio como de la música de los zíngaros. En todo caso, nos encontramos con una experiencia musical insólita, por cuanto el Klezmer es, casi por definición, askenazí (nombre que recibe la cultura judía centroeuropea, que tiene como medio de expresión el yiddish, una mezcla de hebreo y alemán). Al mostrarnos una vertiente sefardí del klezmer, este conjunto,  liderado por el veterano, heterodoxo e infatigable especialista en música antigua Eduardo Paniagua, se convierte en el pionero en conciliar ambas ramas de la tradición judía.


Burning Bush



Shaom Aleichem, un clásico para el Shabbat,
en una versión conmovedora
Toda formación Klezmer tiene como instrumentos básicos el acordeón, el clarinete, la percusión (que también puede ser suplida por un contrabajo) y el violín (que a veces es sustituido por el acordeón), siendo lo instrumental de tanta importancia para el género que su propio nombre significa en hebreo simplemente eso, “instrumento musical”. Otra etimología más dudosa la haría derivar del yiddish con un significado que podría traducirse como “recipiente de canciones”. El origen más directo y distinguible de este género, que en Málaga es conocido por los escasos aunque vibrantes conciertos del trío polaco Kroke, sin tener que remontarnos a la crucial Edad Media, está en el tránsito entre los siglos XVIII y XIX, cuando las aldeas judías de Ucrania, de Polonia, del Imperio Austrohúngaro, son recorridas por pequeñas bandas ambulantes de músicos que amenizan las bodas, las fiestas de Purim y las ferias. Estos músicos, conocidos como klezmorim, hacen una música que se sabe profana desde que, tras la destrucción del Templo de Salomón en el 70 d. C. los instrumentos musicales quedaran excluidos de las sinagogas. Esta música, que para los oídos atentos suena cada vez con mayor frecuencia como fondo en anuncios de televisión o que empapa con su lánguido lamento de clarinete el arranque de la “Rhapsody in blue” de Gershwin,  tuvo su momento de esplendor en las primeras décadas del siglo XX, con un mercado discográfico en auge, que el Holocausto cercenó. Con la posguerra la influencia del jazz (el mismo Benny Goodman se formó en la tradición Klezmer) y de la experimentación fueron dando lugar a singulares sonidos como los que representan las bandas europeas y americanas de lo que se conoce como Revival Klezmer. Los polacos de Kroke, los norteamericanos Klezmatics y Klezmer Conservatory Band, el dúo argentino Lerner y Moguilevsky o los británicos  de The Burning Bush son recomendaciones útiles para iniciarse en esta música que gana aficionados con intensidad gozosa.  Son sonidos, con el resultado de la luz y la calidez (y la calidad) son como la zarza de Moisés, arde y no se consume. 

Artículo publicado en diario Sur el 7 de mayo de 2011