martes, 27 de noviembre de 2018

Lecturas: Sur (Antonio Soler)




Hay chicharras que se oyen en las tardes malagueñas de verano. Pero desaparecen en los días de terral, ese viento que los guías turísticos dicen que viene del desierto del Sahara pero que se forma en las montañas que rodean a Málaga por una interacción con el mar y es primo hermano del foehn de los Alpes. En mitad del terral, de un día de verano, sitúa Antonio Soler su novela Sur que no es (no sólo es) un Ulises de Málaga donde la palabra Málaga no aparece pero que es protagonista con sus solares en la avenida Ortega y Gasset y su violencia en Portada Alta (un barrio en el que debí crecer pero que no llegué a pisar, espantado ya en 1966 mi padre por el vecindario), sus chalets finos allá por Miramar, sus zanjas del metro y sus vampiros del Molinillo. Es, sobre todo, una muestra clínica de un día en la vida de la ciudad, un trozo palpitante en el que se recoge la voz de lumpen con sus yonquis y sus asesinos en potencia y en acto, de trabajadores, de niños bien, de libertinos y beatas. Todo cabe aquí, en esta novela. En esta ciudad. Absolutas y hasta absolutísimas tanto la ciudad como la novela. Que es cervantina con sus dos insertos narrativos (El fantasma de la calle Molinillo y el intermitente Diario del atleta son el equivalente de la las historias del Curioso Impertinente y del Cautivo en el Quijote), como son cervantinos Rai y Chinarro, que atraviesan la ciudad bajo el terralazo y son especialmente candorosos y embrutecidos. 

En el libro se comienza por un cuerpo agonizante cubierto de hormigas en un descampado, y al caer la noche habrá un asesinato inesperado. Con todo, no hay una trama policial ni criminal, no se explica quién, cómo, cuándo. Aunque el asesinato es nítido y ahí sí se dan señales y datos. Y si es quijotesco el libro, también es celiano, por cuanto esa aglomeración de personajes (no todos con importancia) nos remite a La Colmena y su índice final de personajes que aquí también incluye Soler y que leído de corrido, con sus descripciones y minucias, equivale a un retrato robot de la ciudad.


Hay páginas de una eficacia pasmosa, entre lo poemático y lo físico, como la escena de sexo con pérdida de virginidad seguida, no mucho más adelante, de otra, también con un primerizo, de sexo oral entre hombres. Páginas con una textura agobiante en su perfección. Porque aplicar esa palabra, perfección, a Soler es ya caer en el tópico, en la obviedad. 

También aquí hay excelente, excelentísima, literatura. Conozco a Antonio Soler desde hace más de 30 años, y compartimos un premio de relatos, el Jauja, que ambos ganamos con tres años de diferencia. El corredor Soler no ha parado de distanciarse de los que quisimos ser sus iguales. Ya ni se le ve de tan atrás que me siento. Su capacidad. Su calidad. Su estilo. Su mundo. Su maestría. Todo eso.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Lecturas: De Adolf a Hitler. La construcción de un nazi (Thomas Weber)


Muy interesante biografía parcial de Hitler entre 1918 y 1923, que intenta explicar cómo el cabo austriaco se convirtió en Hitler, el Führer. Lo consigue. Con algunas pegas. Y nos descubre un Hitler insólito (tengo pendientes las biografías más o menos canónicas de Ian Kershaw y de Joachim Fest, de las que daré cuenta), como es su acomodo al régimen de la fugacísima república soviética de Baviera, sirviendo en un ejército llamado rojo, o su posible presentación de respetos al líder judío y socialista Kurt Eisner en 1919 (hay una foto discutible que tal vez testimonie ese momento y que aquí reproduzco). En todo caso, es claro que es en el verano de 1919 cuando Karl Mayr, un oficial de inteligencia, termina de ponerlo en el camino del Apocalipsis, al asistir a un curso de formación política para militares. A consecuencia del discurso protonazi de Mayr (que a su vez terminará purgado y muerto en 1945 en el campo de concentración de Buchenwald), Hitler recibirá encargos de su superior entre el que se encuentra asistir a una reunión del Partido Alemán de los Trabajadores. Seducido, participa hasta más allá de toda sensatez, toma la palabra, se enciende y… ha nacido una estrella (de la muerte).


A partir de ahí, todo será conspirar y crecer, seducir y mentir. Hasta llegar al putsch final (en el que Hitler era un secundario, siendo el protagonista principal Ludendorf) y el encierro aprovechado para escribir Mein Kampf.  Quizás se echa en falta un estudio más detallado sobre cómo se retroalimentaban las ideas volkish (populistas) de la extrema derecha y las consignas de los Freikorps que luchaban contra la revolución comunista en Alemania. Pero algo se intuye en este libro esclarecedor y excelentemente documentado y que deja a Hitlewr en el momento del inicio de la lucha por el poder. Lo demás es bien sabido. El horror, el horror.    



jueves, 15 de noviembre de 2018

Lecturas: 4 3 2 1 (Paul Auster)


            Archie Ferguson muere de adolescente, Archie Ferguson muere joven, Archie Ferguson muere adulto, Archie Ferguson vive. Como los negritos de Agatha Christie, cada uno de los posibles Archies va desapareciendo a medida que avanza la novela, y al final sólo quedará uno. A resumidas, telegráficas, cuentas, esto es 4,3,2,1, lo último y muy ambicioso de Auster. Un libro que comienza contándonos cómo llegó el primer Ferguson a América, un inmigrante judío que en el barco decide dar como su apellido el de Rockefeller (juguetona y distópicamente, el Ferguson sobreviviente ve llegar a la Casa Blanca a Nelson Rockefeller) pero que al encontrarse con el agente de aduanas contesta, en yiddish, “IIkh hob fargessen” que es transcrito como “Isaac Ferguson” y que pasa a ser el abuelo de Archie, de los diversos Archies. Pues, en ese ejercicio por el que todos hemos pasado (en mi caso, qué habría sido de mi vida si mi padre hubiera emigrado a Argentina en los años 40, si el que hubiera emigrado allí fuera yo en 1990, si mi padre se hubiera ido a Italia con los soldados italianos que lo encontraron/rescataron durante la caída de Málaga en 1937, esas cosas), Auster nos ofrece, capítulo a capítulo, cuatro posibles vidas de Ferguson, a veces enamorándose de la misma muchacha, a veces siendo homosexual, con dos muertes repentinas y bruscas (una de ellas basada en una experiencia infantil de Auster relatada en su anterior libro, cuando en un campamento infantil un rayo fulminó a un niño junto a él), con diversos grados de riqueza o de estrechez, siempre en entornos neoyorquinos, y una etapa parisina, algo que coincide con la biografía del propio autor, y con una técnica narrativa que recuerda al gran Philip Roth.


                Este pasar de un Ferguson a otro, a veces con levísimas diferencias, hace que la lectura sea a momentos confusa pero siempre grata. Seguimos a Archie a partir de su nacimiento en Newark (la ciudad natal de Roth, ¿les suena?) en 1947 y a partir de ahí comenzarán las divergencias. El resultado es una novela que detiene su relato a comienzos de los años 70. Entre medias, deportes, escuelas, la copntestación a Vietnam, París.  Pero no es, no, la mejor novela de Auster. Ni la mejor de Roth con la pluma de Auster. Pero sí es una grata novela, ambiciosa y valiente. Y plenamente recomendable.