lunes, 30 de marzo de 2020

Lecturas: A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (Manuel Chaves Nogales)

España tiene algunos equivalentes al inmarcesible discurso de Gettysburg de Lincoln. El de Paz, piedad y perdón de Manuel Azaña (Barcelona, 18 de julio de 1938. disponible aquí) tal vez sea el más conocido. Sepultado ha quedado el del general Yagüe (Burgos, 19 de abril de 193.Disponible aquí), que con alguna exaltación antisemita elogia a los enemigos de entonces. El prólogo de Chaves Nogales a esta colección de relatos, escrito mucho antes que esos ejercicios de imparcialidad, menos o más verosímiles, tiene una grandeza que no ha hecho sino crecer. El libro, publicado en el exilio y redactado en los últimos meses de residencia de Chaves en la España republicana a la que había servido, es un ejercicio de honestidad sostenida en cada página. Se trata, por tanto, de una lectura que enfurecerá a los fascistas o neofascistas de ahora porque destapa la barbarie de los suyos. Una lectura que enfurecerá a los comunistas o antifascistas de ahora, porque denuncia la barbarie de los suyos. Yo, que soy por antifascista y anticomunista, porque sé ver los errores y el ánimo de opresión y exclusión que mueve a ambas ideologías totalitarias, ambas igualmente criminales, me declaro habitante de esa tercera España quimérica e inexistente que encarnó con ejemplar transparencia, Chaves Nogales. 


En el prólogo, Chaves se reconoce pequeñoburgués liberal, se retrata como alguien capaz de denunciar las carencias de ambas ideologías: Cuando al regreso de Roma aseguraba que el fascismo no ha aumentado en un gramo la ración de pan del italiano, ni ha sabido acrecentar el acervo de sus valores morales, mi patrón no se mostraba tan satisfecho de mí ni creía que yo fuese realmente un buen periodista; pero, a fin de cuentas, a costa de buenas y malas caras, de elogios y censuras, yo iba sacando adelante mi verdad de intelectual liberal, de ciudadano de una república democrática y parlamentaria. Alguien que no tiene miedo a expresarse con palmaria claridad: Antifascista y antirrevolucionario por temperamento, me negaba sistemáticamente a creer en la virtud salutífera de las grandes conmociones y aguar daba trabajando, confiado en el curso fatal de las leyes de la evolución. Todo revolucionario, con el debido respeto, me ha parecido siempre algo tan pernicioso como cualquier reaccionario. 



En fin, alguien a quien elevar al santoral laico de quienes no quisieron cambiar ideas por ideología. Alguien que no quiso renunciar a la libertad para abrazar a la igualdad. Que no renunció a sus deseos de igualdad en nombre de una libertad que, lo sabemos, fue otra hipótesis que nunca se demostró, que no fructificó en la generación de nuestros padres y abuelos. Quien quiera amar a Chaves, lo puede hacer simplemente leyendo ese prólogo que destapa el terror rojo y el terror azul. Y que está disponible, íntegro, aquí.


¿Y los relatos? Pues son magistrales, situados a ambos lados de las trincheras. Crueles todos. En ¡Massacre, massacre! tenemos el Madrid bombardeado con sus periodistas extranjeros intentando narrar la tragedia, en La gesta de los caballistas tenemos a la aristocracia rural andaluza y fascista con su prosopeya mística y cerril. En Y a lo lejos, una lucecita asistimos a la persecución de los quintacolumnistas con métodos brutales. En La Columna de Hierro, acompañamos a un batallón irregular revolucionario con su justicia ciega y la crueldad desatada en la sangre y las palabras y el presunto pensamiento. Todo así, todo sin adornos pero con un pulso narrativo admirable. Si nos quitamos los lectores las anteojeras de las que no supieron liberarse los españoles de entonces, y tantísimos de ahora, encumbraremos este libro como una de las obras más singulares, y mejores, de nuestro sangriento siglo XX. Y una vacuna para este siglo XX en el que los herederos de unos y otros, hunos y hotros en términos unamunianos, quisieran repetir, con la suerte que menester fuera, aquel conflicto. Que San Manuel Chaves Nogales, en ese caso, nos pille confesados. Y con la maleta preparada.