miércoles, 15 de junio de 2022

Lecturas: Cementerio de animales (Stephen King)

Por su calidad literaria, diría que esta novela de King está entre sus títulos mayores y a la vez posee en tan alto grado los méritos y el estilo del autor, también sus obsesiones y temas, que sería una excelente opción para iniciarse en un autor adictivo como lo es el maestro de Maine. Véase, si no, mi caso: es el vigésimo título suyo que aquí gloso.



Todo comienzo desde el más estricto realismo y con la acostumbrada familia modélica americana. Louis y Rachel Creed, un médico contratado por una pequeña universidad en Maine y sus hijos, Elie y el pequeño Gage. Y hasta un gato, Church. Churchill cuando quiere ser formal. Se instalan en una encantadora casa, que tiene por delante una carretera comarcal por la que suelen pasar camiones a demasiada velocidad y por detrás un bosque, y en el bosque un cementerio de animales al que los vecinos llevan a ¿descansar? a sus mascotas, y al otro lado de una intrincada vegetal, un cementerio indio del que se cuentan historias singulares que sólo los más viejos del lugar, como los vecinos de los Creed,  Jud y Norma Crandall, él convertido en compañero de cervezas en el porche y ella siempre enferma. Con estos mimbres, King se las apaña para construir un drama sobrenatural sin concesiones. E incluye un procedimiento narrativo que por primera vez encuentro en él y es escalofriante: anunciar la muerte de un personaje un buen puñado de páginas antes de que ésta suceda. Algo que con mayor crueldad hará, de forma sistemática y dos años más tarde, Karl Vonnegut con Galápagos.

Como siempre con King, no quiero desmenuzar el argumento, nombrar las muertes y malos ratos, que alejen al lector. Si no la han leído, háganlo. Si han visto algunas de las adaptaciones al cine (hay una reciente), de todos modos vuelvan a la novela. Hay notables diferencias y nada puede superar el placer de lectura de obras maestras del horror como ésta.