miércoles, 7 de octubre de 2020

Lecturas: El juego de Gerald (Stephen King)

 "...suficiente cantidad de ropa blanca como para abastecer una boutique de la cadena El Secreto de Victoria."


"...es en realidad Dana Carvey, el actor que actúa en "La dama eclesiástica" del programa Noche viva del sábado"


Esto, en la página 433 de las 451 que ocupa la novela en esta edición del libro hace que uno se vuelva a la portadilla, lea que la traducción de María Vidal y se aprenda de memoria su nombre para evitarlo siempre que se pueda, como se mira en los supermercados los estabilizantes y el azúcar añadido. En la primera cita, era obligado nombrar la marca tal cual es, Victoria's Secret. En el segundo despropósito, aquello de la noche viva es el Saturday Night Live de siempre, y decir que actúa en "La dama eclesiástica" quiere decir que su papel en el programa era el de la Church Lady. Actuar como. No actuar en. Esta estupidez (al comienzo del libro también se menciona "El Secreto de Victoria", esta incapacidad para el oficio nobilísimo de la traducción, y perdonando hasta que el somormujo que canta obsesivamente en la primera mitad del libro es en estas páginas el somorgujo (término correcto, pero minoritario frente a somormujo) sirve, decía, para que este lector pise el freno a vista del final para desahogarse en este blog. Me falta nada para culminar la lectura y aquí me tienen, criticando a María Vidal. Yo soy así. Y ella, ay, también. 

Me tomo un momento para terminar el libro.



Bien, ya está. Efectivamente, no es la mejor novela de Stephen King. Pero es un muy buen libro. Hasta la página 330 es una historias, la de una mujer, Jessie, que accede en una estancia improvisada en la casa que a orillas de un remoto lago tienen a practicar sexo con las muñecas fijadas al cabecero de la cama con unas esposas. Tras una discusión previa al hipotético coito, el marido muere. Hasta la página 330, es la historia desasosegante de la lucha por la vida y la cordura, con un episodio de abuso sexual infantil que obsesiona a la protagonista y vuelve y vuelve. A partir de entonces, nos encontramos con lo que parece un epílogo. Pero a partir de la 430, la historia da un giro y lo que habíamos creído pasa a ser muy distinto, pavorosamente distinto. 

Leer a Stephen King puede ser un placer culpable. Lo acepto. Pero le elimino el adjetivo. Domina el oficio como pocos. Es literatura popular. De género. Y qué. También el Quijote lo fue. Mañana se falla el Nobel de Literatura. King está entre los posibles laureados. Seguramente lo será alguna ignota autora comprometida y militante con lo suyo. Ojalá no. En todo caso, y con fruición casi enfermiza, seguiré leyendo al tipo raro de Maine. Al loro. 



1 comentario:

  1. Ay, ese "Secreto de Victoria" me dio un mal rato a mí también, como la "noche viva del sábado". Cuánto sufrimos los lectores ante traducciones defectuosas que nos amargan el dulce :D
    En fin, agradezco, cómo no, tu apreciación del "noble oficio de la traducción".

    En cuanto a la novela, estoy de acuerdo contigo: quizá no sea una gran obra pero se lee con delite y emoción, lo cual no es poca cosa. Y digo como tú: literatura popular, ¿y qué? Y a tu Quijote le añado Dickens y Stefan Zweig, por decir sólo los dos que me han venido primero a la cabeza.

    Por último, no sé si sabes que hay una versión cinematográfica de El juego de Gerald, muy conseguida, por cierto.

    Saludos!

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