viernes, 31 de enero de 2020

Lecturas: Blitzkrieg! (Roberto Bartual)


A veces he escrito reseñas aquí de libros de autores con los que guardo una vieja amistad. Es el caso de María Elvira Roca Barea, de Antonio Soler o de Isabel Bono. Ahora le toca a un amigo muy querido, cuyas primeras creaciones seguí de cerca, escritas con un talento desmesurado: Roberto Bartual, de quien ya reseñé su ensayo sobre Jack Kirby. Y, lo lamento, reseño una novela suya, su primera ficción amplia, y muy ambiciosa, que no he llegado a comprender. Pero que, a la vez, me ha gustado porque aprecio su esfuerzo. Más bien, puedo decir que esta vez me gusta, como siempre e incluso un poco más, Roberto Bartual. Pero, arrojo al fin la máscara de la amabilidad y llamo vino al pan, no me ha gustado Blitzkrieg! Me explico.


                Cada capítulo se abre con una imagen y un texto explicativo de la misma que marcan el sentido de lo que le sigue. Así, se abre el libro con una foto de Eduardo VIII de Inglaterra, fechada en septiembre de 1939. Para el lector avezado en historia, se inicia un juego que se mantendrá hasta el final de la novela: Eduardo abdicó en su hermano Jorge VI en diciembre de 1936, por lo que desde ese primer pie de foto nos moveremos en el terreno de la ucronía. Y comienza bien, con novedosas armas nazis que devastan Londres más de lo que hicieron las V-1 y V-2, armas tras las que está la tecnología de Nikola Tesla. Asistiremos, pese a todo, a la derrota nazi a través de la tecnología que puede deberse a Edison o a Tesla. El clásico juego de superhéroes enfrentados tiene aquí la forma del duelo entre un Edison convertido en un ciborg inmortal y un Tesla fantasmal. Es obvio que ambos personajes ya habían desaparecido (Edison murió en 1931, Tesla en plena segunda Guerra Mundial, en 1943). La incredulidad del lector queda suspendida como sucede en el género de la ciencia ficción al que esta novela pertenece. Enseguida nos encontraremos con un diario escrito en Spandau por Albert Speer (el “nazi bueno” tan debatido), acompañado por Rudolf Hess. En la página 148 finaliza la primera parte de la novela, que es la que disfruté hasta lo indecible. Con la entrada en escena de Edison, de un Orson Welles que en esta visión ucrónica retrata en Ciudadano Kane a Edison, de Timothy Leary, de Hunter S. Thompson, de Kenneth Anger, de Robert Gordon Wasson y de Albert Hofmann, descarrila, para mí (y tal vez no para otros lectores) el libro. Que se hace psicodélico y confuso. La guerra de Vietnam no existe, siendo sustituida por un conflicto equivalente en Argelia, entra en danza la CIA con el proyecto MK-Ultra, la costa oeste es una tierra salvaje al cuidado de los profetas de la contracultura, y el LSD y las psilocibinas, el viaje en el tiempo es posible gracias a Tesla y los mundos paralelos son reales, con posibilidades como una presidencia de Leary con Speer en la vicrepresidencia. Además, hay bombardeos con cápsulas llenas de soldados muertos revividos y convertidos en zombies. La imaginación es desbordante. Pero ese desborde exige de lectores diferentes a mí. Al leer esta novela con creciente dificultad y placer decreciente, sigo admirando la audacia de Roberto Bartual a la vez que lamento haberme quedado fuera del camino. La próxima vez será.

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