El Teatro Cervantes acoge “El castigo sin venganza”, obra de plenitud de Lope que permitía peligrosas comparaciones con la realidad española
Un rey desconfía de su hijo. El rey es Felipe II, y el hijo es Don Carlos, heredero de la Corona de España. Hay rumores de conspiración, de acero que palpita y antorchas encendidas sobre baldosas frías. El muchacho es cruel; y frío, abrumado por el peso del Estado, el padre. El chico cae por una escalera, se le encomienda a curanderos, ensalmos y cirujanos y se le practica una trepanación. Al contrahecho príncipe se le contempla en maniobras matrimoniales, pero también políticas. Los rebeldes holandeses acechan al atormentado y psicopático heredero. Un nuevo futuro en una nueva nación en Flandes. Son rumores. Son miedos. Hay un castigo, un encierro en sus dependencias, una amenaza de suicidio. Amenazas, rigores. Más miedo. El 28 de julio de 1568, el Príncipe de Asturias muere. Y nace una leyenda. De rencor, de venganza, de castigo, de sacrificio. Que contarán a su manera Schiller en un drama y Verdi en una ópera.
Don Carlos, retratado por Sánchez Coello
Volvamos al aquí, que es el Teatro Municipal Miguel de Cervantes. Y al ahora, que será el 25 y el 26 de noviembre. Y volvamos al qué. El drama “El castigo sin venganza”, de Lope de Vega. Una obra de la plena madurez del autor. El quién es la compañía Rakatá, con Mario Vedoya, Alicia Garau, Bruno Ciordia, Jesús Fuente, Alejandra Mayo,Rodrigo Arribas, Jesús Teyssiere, Manuel Sánchez Ramos y Belén Ponce de León. La música es de Santi Ibarretxe, y de Ernesto Arias la dirección.
El montaje de marras
Y aquí retomamos la historia, de venganza, de castigo. De miedo. Y vamos a otro día, otro lugar. Otra historia. 21 de mayo de 1425 en Ferrara. Esta vez está el duque de Ferrara, su esposa Casandra y el hijo ilegítimo del duque, Federico. Hay adulterio en la pasión entre Casandra y Federico, hay voluntad de castigo en el airado duque, que hace de Federico instrumento de la muerte de Casandra, y hace caer en el hijo verdugo el rigor de la justicia. Son fingidos los datos, las fechas, los detalles. Los recrea Lope de Vega a partir de una novelita de Mateo Bandello para con ellos construir “El castigo sin venganza”, una de sus cumbres dramáticas, plena de energía y de terrible veracidad en la plasmación de las pasiones insensatas y homicidas. Los versos, por si se quiere una muestra, son de este cariz: ¡Oh, qué loco barbarismo / es presumir conservar / la vida en tan ciego abismo / hombre que no puede estar / ni en vos, ni en Dios, ni en sí mismo. / ¿Qué habemos de hacer los dos, / pues a Dios por vos perdí, / después que os tengo por dios, /sin Dios, porque estáis en mí, / sin mí, porque estoy sin vos? / Por haceros sólo bien, / mil males vengo a sufrir; / yo tengo amor, vos desdén, / tanto, que puedo decir: / ¡mirad con quién y sin quién! / Sin vos y sin mí peleo / con tanta desconfianza. / Sin mí porque en vos ya veo / imposible mi esperanza; / sin vos, porque no os poseo.” Puro Lope y pura grandeza del teatro español.
Pero esta obra, cuyo manuscrito se conserva fechado en mayo de 1632, se publicó suelta dos años más tarde, y en 1635 en la recopilación de las obras del fénix de los ingenios. Con un prólogo en el que Lope dice que sólo se representó un día “por causas que al lector le importan poco”. Los investigadores han dado vueltas a este freno. Se ha hablado de una desavenencia entre actores. También del parecido de esta historia con aquella, lejana, de castigo sin venganza, de Felipe II y Don Carlos. Del miedo de Lope, de la suspensión de las representaciones y del cobijo del dramaturgo al dedicarla al poderoso duque de Sessa. El miedo es libre. E imperecedero. Ante el parecido con aquella realidad de aquel poder, se optó por la coincidencia del silencio de las tablas y la posteridad de las imprentas.
Artículo publicado en diario Sur el 19 de noviembre de 2011
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