sábado, 3 de mayo de 2025

Lecturas: Castillos de fuego (Ignacio Martínez de Pisón)

De Ignacio Martínez de Pisón me entusiasmó aquel engranaje perfecto y breve titulado Antofagasta. Yo era joven y también él. Después, maduros ambos, su reportaje-ensayo-novela de no ficción Enterrar a los muertos, demostraba, con absoluta honestidad intelectual, y con elocuencia, que para un comunista no había nada peor que otro comunista. Ahora, con esta novela torrencial vuelvo la mirada a la posguerra en España. Y consigue no una novela redonda sino una especie de Colmena celiana con igual amargura. Con episodios datados entre 1939 y 1945 (la novela comienza con el fuego de los hachones que acompañan el féretro de José Antonio Primo de Rivera en su viaje entre Alicante y El Escorial), nos lleva al Madrid de los derrotados y de la clandestinidad. Tiempos de silencio que hubiera dicho Luis Martín Santos.

Entre vencedores corruptos y acomodaticios, y un Dionisio Ridruejo poco convincente y algo acartonado en el retrato que del primer (bueno, segundo si le damos la primacía a Hedilla) disidente del régimen, aquí no se cae en el maniqueísmo ramplón de, digamos, Almudena Grandes, ya que también entre los perseguidos hay odios y crueldad. Los guerrilleros son capaces de exterminarse o delatarse  entre ellos por rencillas internas, del mismo modo que por debajo de esta sordidez de corrupción y prostitución, de desencuentros y esperas, hay una pulsión humana que hace que la lectura merezca la pena. No es una gran novela (Pisón es capaz de conseguirlas) pero sí es una buena novela en la que Cada uno tenía su castillo de fuego, una ilusión construida sobre cenizas.



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