Reconozco el impacto que en mí tuvo la carta al querido y remoto muchacho que Ernesto Sabato incluyó en Abaddón el exterminador. Verdadero manual parta jóvenes escritores en el que se proporcionaban las herramientas para no desistir en el oficio cuando éste no es un pasatiempo sino una necesidad. Este libro de King tiene un valor similar, pero entrando en la mecánica del acto, en su práctica y no sólo en la teórica como hizo mi amado y añorado y nunca lejano amigo. Esta vez, tras un arranque en el que King narra sus orígenes y su degeneración en un adicto a las drogas y al alcohol que escribe compulsivamente, se proporcionan consejos con sencillez, y con ejemplos acaso innecesarios, como la necesidad de revisar y acortar los textos o la pertinencia de no hacer esquemas previos por cuanto encorsetan la ficción. Aquí, con sentencias tajantes, bien razonadas, como La vida no está al servicio del arte, sino al revés, se guía al lector/escritor por el hecho creativo, con consejos especialmente atinados como el de escribir 2.000 palabras diarias, algo que los que alguna vez hemos sido escritores reconocemos como una extensión razonable e incluso óptima. Aquí más que orientar al lector en la lógica interna de algunas ficciones como Misery, se dirige King al lector que quiere ser escritor, con el que comparte las herramientas y orientaciones sabias y generosas. Querido y remoto Stephen, ¡gracias!
Hola. Este libro es uno de mis favoritos, en general, no sólo de mi querido tío Steve. Lo he leído, releído y repasado muchas veces, y en algún momento siempre vuelvo a abrirlo.
ResponderEliminarLa primera parte siempre me ha parecido que podría ser una novela, con un SK personaje de sí mismo. Y la segunda, un delicioso manual escrito con tal gracia que puede gustar incluso a quien no tenga intención de poner en práctica sus consejos.
Por último, has utilizado el adjetivo que creo mejor define esta obra y al maestro mismo: generoso.
Saludos!