viernes, 20 de octubre de 2023

Lecturas: Dolores Claiborne (Stephen King)

 Siempre se ha señalado que esta novela no tiene absolutamente ningún elemento sobrenatural, por lo que es una rareza dentro de la bibliografía de King. Es cierto. Como lo es el hecho de que es a la vez una pieza sobresaliente en la misma. Demuestra ser capaz de escribir, con solvencia (algo que King posee desde siempre, por mucho que tenga recaídas), novelas generalistas. Aquello que algunos llaman mainstream. Hay dos muertes que se describen con distinto detalle y que se anuncian ya desde las primeras páginas, por lo que no es destripar la trama anunciarlas también aquí: la de Joe St George, marido alcoholizado y violento de Dolores Claiborne, narradora en primera persona del libro, y su empleadora Vera Donovan, de quien Dolores es criada. Ambos personajes femeninos son potentes y comparten cierta cualidad. 

Oigamos, en las últimas páginas, a Dolores en lo que es la transcripción de su larga declaración ante la policía de la isla de Little Tall, un lugar ficticio, en la costa de Maine, donde reside y suceden los hechos: Pero sobre todo pensé en Vera y en mí: dos cabronas viviendo en un pedazo de roca frente a la costa de Maine, juntas durante la mayor parte del tiempo en los últimos años. Pensé que las dos cabronas dormían juntas cuando la mayor se asustaba, en los años que habían pasado en aquella casa grande, dos cabronas que al final dedicaban casi todo el tiempo a hacerse cabronadas mutuamente. Pensé en cómo me engañaba y en cómo yo solía devolverle los engaños y en lo contentas que nos poníamos las dos cuando ganábamos un asalto.


Que el asesinato del marido se narre con morosidad y el de Vera con buscadas elipsis denota la maestría de King, que así muestra cómo uno es un motivo de hasta de orgullo, ya que sobran los motivos, mientras que el otro entra en la obligación moral y es un doloroso acto de amor. Porque esta novela dura y sin concesiones puede leerse como una cruel historia de amor materno-filial y de amistad. Conmovedora si se acepta ese enfoque. Además, viene a formar un díptico con El juego de Gerald (se puede leer la reseña en este blog aquí), ya que en ambas novelas se relata un episodio que sucede durante un eclipse total que las protagonistas de ambas novelas (Jessie Burlingame en El juego de Gerald) viven en momentos muy difíciles, siendo Jessie una niña y Dolores una mujer casada. En la novela que nos ocupa hay varias alusiones muy veladas a la niña Jessie. 

Aquí, como decía, tenemos una magnífica novela, creíble de la primera a la última página, y que se abre con un mapa de Maine en el que se incluyen, para solaz del lector, las ubicaciones de Little Tall pero también de Castle Rock y de Derry, lo que pone en su lugar tres puntos fundamentales de la geografía imaginaria de King. Con esta fábula, como ya sucedió con su anterior novela, El juego de Gerald, demuestra King que el Rey ha vuelto.



martes, 3 de octubre de 2023

Lecturas: La tienda (Stephen King)

 

Aquí está todo lo bueno de Stephen King. Y todo lo malo. Vuelve a dar vida a un microcosmos preciso, realista, lleno de detalles, de manera que nos sentimos habitantes de Castle Rock, la pequeña ciudad en la que Alan Pangborn, a quien ya conocimos en La mitad oscura y en El perro de la Polaroid, uno de los relatos de Las cuatro después de medianoche, es el sheriff y asiste, sin notarlo, a la transformación de sus vecinos en malas bestias. Revisión del mito de Fausto, en la que los clientes de la tienda de curiosidades Cosas necesarias pagan en especie a cambio de objetos muy preciados para compensar su carácter de gangas, aceptando gastar bromas pesadas a otros vecinos y clientes. El propietario de la tienda, Leland Gaunt, es a la vez Mefistófeles, Satanás y una actualización de Richard Straker, el relamido comerciante inglés de El misterio de Salem’s Lot al servicio del vampiro Kurt Barlow. Todo cuanto nos gusta de King está aquí, su capacidad para seducir con esa miríada de vidas interconectadas, su maestría para hacerlas verosímiles en sus secretos vicios y sus públicas virtudes, su destreza en demostrar aquello de pueblo chico, infierno grande. Pero tras varios centenares de páginas, cuando ya la sangre ha empezado a derramarse, todo se le va de las manos, y se atropella y se hace previsible, y la violencia se hace innecesaria y hasta mecánica. Sin llegar esta vez a los niveles de ridícula torpeza de Los Tommynockers.



En 1991, cuando apareció esta novela, King recién había salido de la adicción a la cocaína (y al colutorio). El dato de que la cocaína tiene un gusto entre limón y piña tiene que venir de la experiencia directa. Creamos que este libro dudoso (el lector no termina de decidir si está ante una buena o mala novela) es expresión de un maestro de la ficción que aún está recuperando sus capacidades. Su siguiente novela, El juego de Gerald, es una obra madura, desprovista de defectos, digna del mejor King.