lunes, 6 de febrero de 2023

Lecturas: Los enamoramientos (Javier Marías)

 Da repelús, a estas alturas del año y del siglo, leer en la contraportada que Javier Marías murió en 2022 y que fue autor pero ya no lo es, con todo lo que eso quiere decir, sin decirlo, que se acabó, que ya sólo queda volver a un número ya fijo de libros de Marías, y que ya no se podrá ir, como hice antaño, a las librerías a comprar su nueva novela en primera edición para guardarlas como Berta Isla y Tomás Nevinson, convertida en lápida. Porque duele saber que no será premio Nobel como con tanta devoción uno creyó que sería, y porque ya no volverá a haber un autor que te convenza a través de un torrente verbal que no se dirige hacia delante sino hacia dentro, más hacia lo que pasó y porqué pasó y eso y no otra cosa, que una sucesión de acciones que lleve a un desvelamiento. Porque Marías fue un moralista escéptico, desapasionado, un orfebre dueño del misterio de la lentitud para darnos, acá y allá, señales de una historia que es sólo el pretexto para escribir y examinar la conciencia.


Esto es Los enamoramientos que en su momento mucho se comentó porque era una mujer por primera vez la narradora, como si fuera eso importante. Tal vez más significativo sea que esté dedicada a quien fuera esposa del autor, y como la propia protagonista trabajadora de la industria editorial y que en estas páginas se enamora de alguien de nombre Javier. Y esa relación amorosa, ese enamoramiento que es más bien lo que en lunfardo se llama metejón, es la que se analiza mezclándola con la historia que propicia ese acercamiento entre los amantes, que no es sino una muerte de quien fue amigo del amador y objeto de empática observación por la amante. La naturaleza de esa muerte violenta, inducida o procurada, con referencias a una novelita de Balzac, El coronel Chabert, a Los tres mosqueteros  de Dumas y a Macbeth de Shakespeare, y con un cameo lleno de sandunga de Francisco Rico, es lo que hace gravitar la mayor parte de esta novela. En la que la intriga es lo de menos, y es lo de más, la hipnótica naturaleza de esta escritura solemne y que no juega, que no entretiene y sí enseña a conocer la voluble consistencia de nuestras almas, de todas las almas y los corazones tan blancos.

2 comentarios:

  1. Aún tengo que hacer un esfuerzo de conciencia para darme cuenta de que tampoco volverá a haber un nuevo artículo suyo, con esa agudeza, ese sentido de la rectitud, y ese dominio del lenguaje que tan pocos demuestran.
    Me gusta mucho cómo lo has definido, moralista escéptico, orfebre de la lentitud...

    ResponderEliminar
  2. Del todo de acuerdo, Ángeles. Es más, diría que tras Cervantes, Clarín y Galdós es el gran narrador español.

    ResponderEliminar