Hay una universidad joven en el
conurbano bonaerense, la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Radicada en
Caseros, donde mis bisabuelos se afincaron en 1907 y donde nacieron algunos de
mis tíos-abuelos y pasó su niñez mi propia abuela, es una institución a la que
le tengo un gran cariño desde que colaboré con ellos, en los días del bicentenario argentino, para mostrar allí una
exposición de Picasso. En esa casa de estudios (joven, y dotada de un gran
entusiasmo) es director de la maestría de Periodismo Documental Osvaldo Tcherkaski, autor de este relato, Las
vueltas de Perón, crónica de los años que gestaron la
Argentina de hoy (1976-2016), profusamente documentado y con patente voluntad de
estilo, de los dos regresos de Perón al finalizar su exilio.
A la sazón redactor del diario La
Opinión, dirigido por Jacobo Timmermann, Tcherkaski tuvo oportunidad de
participar en reuniones con Perón en Madrid, e incluso de entrevistarle para su
periódico. Así, nos cuenta el pulso entre el presidente militar Lanusse y Perón,
un juego de poder en el que los dos generales jugaron a ver quién podía más,
con victoria de Perón, por mucho que Lanusse asegurara que Perón no volvía
“porque no le daba el cuero”, con la prehistoria de ese regreso inicial (17 de
noviembre de 1972) con la cohorte de emisarios, militares y guerrilleros
preparando, o buscando imposibilitar, en la sombra esa operación. A la vez,
Lanusse buscaba un Gran Acuerdo Nacional que posibilitara el regreso del
peronismo a la legalidad pero sin la presencia de Perón (y con Lanusse en el
poder) y Aramburu, el militar que derrocó a Perón en 1955, y asesinado por
Montoneros en su primera acción, buscaba un acuerdo entre peronistas y
antiperonistas porque, reconocía a Tcherkaski, lo principal es nuestra coincidencia en impedir un triunfo del
castro-comunismo en la Argentina.
Sigue con los esfuerzos de Perón por
acomodar una nueva mayoría, por hacerse pasar por un revolucionario cuando
había sido, en los años 40, un admirador
de Benito Mussolini, simpatizante del nacionalsocialismo hitleriano y que,
en todo caso, en 1945 había conquistado a
las masas populares para impedir con sus reformas que se volcaran a una
revolución. Y continúa con sus malabarismos para acomodar su figura en el
marco de la violencia política, azuzada por declaraciones como pienso que la violencia popular esá siendo
provocada por la violencia gubernamental o La violencia del Gobierno trae aparejada la violencia del pueblo. Y
más aún: Esta rebelión violenta, estas
acciones de guerrilla, son una respuesta a la violencia de las autoridades.
Entre medias quedan las reticencias de Héctor Cámpora (Cámpora al gobierno, Perón al poder fue
su consigna) a ceder el poder a Perón, o la matanza de Ezeiza el 20 de junio de 1973, día del
segundo y definitivo regreso de Perón, con 13 muertos y alrededor de 365
heridos, un episodio que sigue sin aclarar del todo, y por fin la descomposición
del peronismo en el poder a la muerte del líder ante la violencia desatada (la
triple A de López Rega asesinaba peronistas de izquierda bajo la consigna de La patria peronista y Montoneros, ERP,
FAR y FAP asesinaban a quienes podían bajo el lema de La patria socialista y, en todos los casos, invocando a Perón) y el
golpe militar de 1976 que fue implacable con los grupos y grupúsculos de
extrema izquierda e indulgente con el Partido Comunista de Argentina.
En suma, nos encontramos ante un excelente retrato de aqyella época
turbulenta magníficamente documentado y escrito con buen estilo. Un libro
imprescindible para comprender aquella Argentina. Y la de hoy.
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