Es el primer tomo de una trilogía, llamada de la Liberación. Por éste le concedieron a Atkinson el Premio Pulitzer de Historia 2003. Con toda justicia. Si bien el tema es a priori el menos interesante de los tres volúmenes (el segundo se ocupa de la guerra en Italia y el tercero de la lucha en Europa occidental entre el desembarco de Normandía y la caídac de Berlín), ya que es, en resumidas cuentas, todo lo que sucedió en el norte de África tras El Alamein: los desembarcos aliados en Argelia y Marruecos, con la consiguiente campaña popr Túnez, está narrado aunando ejemplarmente lo mínimo y anecdótico con la descripción de los movimientos tácticos acompañados de sus inevitables mapas de las operaciones. Así, se sabrá por qué repentinamente dejaron de encontrarse medias de mujer en los puertos de los que partían, con destino desconocido, los cuerpos expedicionarios aliados, o los hábitos y caprichos íntimos de los más destacados mandos militares. Siempre aliados, ya que desde el punto de vista de los vencedores, y de sus copiosos archivos y bibliografías, está escrito este volumen y sus compañeros. Pero ello no significa que se cumpla aquello de los vencedores y la escritura de la Historia, ya que aquí Atkinson es inmisericorde con la torpeza de los estadounidenses, británicos y franceses cuyo devenir guerrero sigue, a la vez que no silencia los abusos, que los hubo, sobre las poblaciones autóctonas de aquel agreste teatro de guerra.
Destaca el incansable organizador Eisenhower, destaca el excesivo Patton, destaca el insufrible Montgomery, el petulante Giraud. Destacan generales que fueron inútiles o admirables, comandantes caídos en combate, soldados cuyas cartas se citan. Un esfuerzo sobresaliente por escribir Historia Militar con sus mayúsculas y su gloria y su mugre, su patria y su crimen. Arma virumque cano, comenzaba la Eneida. Canto a los hombres y las armas. Es lo que hace con excelencia Rick Atkinson. Con laureles.
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