En estos días de vacaciones y ocio he podido apreciar, simplemente leyendo los comentarios de los lectores en diversos medios, hasta qué punto España es un país antisemita. Con el matiz, chic y correcto, de remitirse machaconamente, al sionismo para tapar el rancio y vomitivo sabor del antisemitismo genocida de siempre. Es decir, en vez de escribir "judíos de mierda, criminales y ladrones" se escribe ahora "·sionistas de mierda, criminales y ladrones", y hasta se intenta hacer creer que escribiendo la enormidad de "ojalá os muráis todos los sionistas" se tapa que se está buscando repetir, corregido y aumentado, el Holocausto. En esas estamos. Ahora, aquí. En el siglo XXI y en Sefarad. Y hasta gente formada, o aparentemente con criterio, se dedica a difundir noticias mendaces, tirando la piedrecita al agua para que los patanes nazis de hoy, vociferando, formen las vistosas ondas que se ensanchan y ensanchan. Un horror. Viene todo esto a cuento para justificar por qué en loas siguientes días se reseñarán aquí libros sobre el conflicto árabe-israelí y el sionismo (yo, que me considero judío, también me considero sionista; por tanto, doblemente repudiable para el común de los opinantes). Y para poner en valor este notabilísimo libro de Dory Sontheimer.
Se trata de un testimonio familiar, de una crónica documentada de los avatares de una familia judía alemana (y quizás más alemana que judía) ordenados y comentados por la autora, barcelonesa y católica, que cuenta cómo sus padres, ya en la adolescencia, le comentaron de pasada que los Sontheimer eran judíos y que ninguno sobrevivió a la Shoah. Al fallecer la madre de la autora, descubre en siete cajas cuidadosamente guardadas, los documentos, fotografías y cartas que, una vez ordenados, cuentan el caso de una familia exterminada casi al completo. Sontheimer no es historiadora, no es escritora. Pero su libro es una formidable pieza de historia, que sin dramatismos (es sobresaliente su templanza, como la fue la de sus familiares asesinados), narra cómo fueron perdiendo los derechos hasta ser despojados del mayor de ellos, el de la vida. Las cartas cruzadas entre sus padres en Barcelona, donde se casaron en la nochevieja de 1936 para bautizarse y casarse nuevamente por la Iglesia a comienzos de la posguerra, con sus primos, padres y tíos en Alemania, Praga, Nueva York y diversos campos de concentración en Alemania y Francia, tienen la capacidad de ser conmovedoras, por mucho que se intente no alarmar al receptor de las misivas. Una gota más, pero de agua viva, en el océano amargo de los testimonios sobre el Holocausto. Por mucho que haya excelsos hijos de puta que sigan negando. Aquí y ahora.
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