La dedicatoria del libro, breve y en letra forzosamente grande, es
"Para mis queridos y asombrosos Din, Nadav, Alon y Yael, que me ayudaron a
contar esta historia y le aportaron algunas ideas y sorpresas". Al poco de
iniciar la lectura, se instala en el lector la sospecha de que son nietos de
Oz, y que el libro, esta fábula sobre una aldea de la que han desaparecido
todos los animales, pequeños, grandes e ínfimos, es un cuento escrito para
ellos y con ellos. Pero hay algo más. Aunque el tono es ingenuo, sencillo,
desprovisto de artificios, claramente oral, es difícil rechazar, hasta muy
avanzado el libro, la posibilidad de que es una metáfora sobre el Holocausto, y
que todos esos ausentes son metáforas de las víctimas. También se instala en el
lector un factor añadido que viene a reforzar la ambivalencia del relato más
allá de la fábula infantil. Son los que no quieren olvidar, como la maestra
Emmanuela o el pescador Almon, los que reclaman para el pueblo la plenitud del
pasado. Los demás, prefieren habituarse al silencio sin grillos, al aire sin
plumas, a las aguas sin escamas.
Será precisamente Emmanuela, una vez que los dos niños rebeldes y
protagonistas, Maya y Mati, den con la vida ausente, quien otorgue justificación sentimental
a los animales que antaño fueron reales: "La
maestra Emmanuela explicó a la clase qué aspecto tiene un oso, cómo respiran
los peces y qué sonidos emite la hiena por la noche. También colgó en la clase
fotografías de animales. Casi todos los niños se burlaban de ella, porque en su
vida habían visto un animal. La mayoría de los niños no se creía del todo que
en el mundo existiesen esas criaturas. Al menos, no cerca de donde nosotros
vivimos. Y además, decían, la maestra todavía no ha conseguido encontrar en
todo el pueblo a nadie que quiera ser su pareja, y por eso, decían, tiene la
cabeza llena de lobos, gorriones y todo tipo de fantasías que las personas sin
pareja se inventan llevadas por la soledad." La capacidad de que la simpleza del planteamiento lleve a una diversidad de lecturas e interpretaciones minimiza la presunta vocación de cuento infantil de esta novelita y confirma la destreza de Oz.
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