Una decepción tras un comienzo prometedor. La sobrecubierta habla de miles de testimonios recogidos en el libro: la lectura y la consulta de las notas demuestran que, en todo caso, serán pocos centenares. Con ello, se ha multiplicado, al menos por diez, el mérito del libro. Que es, por sí mismo, una sobrevaloración clara. En el mismo texto que busca persuadir al lector de la bondad del libro (mi edición es la de Círculo de Lectores) se menciona que "Hitler usaba gafas, pero nunca se dejaba retratar con ellas, e incluso llegaron a fabricarle una máquina de escribir especial con caracteres muy grandes para redactarle los textos que tenía que leer". De los dos datos curiosos, creo recordar que sólo el primero se incluye en el libro. Los pormenores de la construcción del mito del monstruo son, por tanto, menos abundantes, menos menudos y precisos, de lo que debiera esperarse. Con la misma afición que, por ejemplo, Antony Beevor para intercalar testimonios en el relato de los grandes hechos, Rees aquí yerra. En el peor de los casos, logra que los relatos de los que presenciaron esos hechos (aquí, por lo general, militantes nazis y algún miembro de la resistencia interior) sean más interesantes que lo que Rees aporta.
Y lo que hace Rees es una especie de biografía apresurada de Hitler en la que la construcción del carisma es subrayada, apoyada por una nota aquí y otra allá. Pero no consigue que el lector avezado se sorprenda o cambie la opinión que tenía previamente. Poco, o nada, nuevo se aporta aquí. Tal vez al lector nuevo, que poco sepa de aquellos años terribles, le sorprenda esta aportación, menor, de Laurence Rees. En todo caso, merecen destacarse las páginas sobre la experiencia de Hitler en la Primera Guerra Mundial, o sus enfrentamientos con el general Ludwig Beck o la conspiración en torno a Werner von Fritsch. Que a Rudolf Hess se le mencione, de pasada, en sólo tres páginas, es síntoma de la endeblez de esta aportación, insuficiente, a la bibliografía reciente sobre el nazismo.