«El día en el que el príncipe tuvo el sueño coincidió con una extraña conjunción planetaria. Aquel suceso, en opinión de los astrólogos, auguraba que el sueño era una auténtica premonición, un aviso de las grandes convulsiones que aguardaban a Egipto en los próximos años y de que Amenofis estaba llamado a ser el impulsor de un gran cambio.» Siglo XIV a. de C., Valle del Nilo. Amenofis IV cambia su nombre por el de Akhenatón y proclama su fe en un solo dios, Atón. Desde entonces, intenta abolir las pesadas cargas y los rigurosos preceptos impuestos en Egipto, pero su poder como faraón de los dos reinos no es suficiente para derribar la tradición que tan celosamente guardaban los sacerdotes del dios Amón. La gran aventura de la transformación de Egipto hacia una sociedad más libre la compartió con su amigo y hermano, Moisés, quien, después de ser expulsado, propagaría el monoteísmo más allá de los confines de Egipto. Moisés. En busca del dios único es una inquietante novela histórica que nos desvela los secretos sobre la vida en común de Akhenatón y Moisés. Comenzará el éxodo y tendrán que enfrentarse a la furia de los poderosos sacerdotes impulsores del culto a diversos dioses. Pero la fuerza de voluntad de Moisés es tan sólida que le permitirá a su pueblo alcanzar la libertad en la «tierra prometida».
Lawrence Alma Tadema:
El hallazago de Moisés (1904)
(se recomienda pinchar para ampliar)
Esta larga parrafada está copiada, sin más, de la sinopsis de un libro de Rafael Potti, Moisés. En busca del dios único (ed. Martínez Roca, 2004). Ahí, se nos dice que Akenatón y Moisés fueron contemporáneos y hermanos. Es ben trovato,pero no es vero. El reinado del hereje egipcio es algo que conoció la generación anterior a Moisés, pero no la suya propia. Desmontada, pues, la superchería novelera de Potti. Que Moisés tuviera en cuenta el monoteísmo de Akenatón es otra cosa. De la que se ocupa precisamente Howard Fast en Moisés. Príncipe de Egipto (ed. Edhasa). Judío y peligroso (fue perseguido por el macartismo con el resultado de tres meses de cárcel por desacato y su inclusión en la lista negra), su obra más conocida, cargada de significados políticos, es “Espartaco” (1951), llevada al cine en 1960 con guión de otro ilustre represaliado, Dalton Trumbo. El anhelo de libertad presente en la novela recién citada empapa también su otra gran epopeya judaica, Mis gloriosos hermanos, que narra, con tintes apocalípticos, la revuelta macabea contra los griegos. Aquí, sin embargo, Fast se queda en el instante previo a la toma de conciencia de Moisés. Inventa, conjetura, la parte de la historia de Moisés que ignoramos. La pasión por la libertad, la epopeya de Pascua, quedó para otro libro que, ya en la nota a la edición, Fast reconocía que no escribiría: "Tengo la sensación de que este libro, de todas mis obras de ficción histórica, es el más rico y vistoso. Cuando lo escribí, preveía una segunda narración que cubriera los años de Moisés el libertador, pero nunca llegué a escribirla, y ahora, a los ochenta y cinco años, no es probable que llegue a hacerlo".
Con todo, es un libro interesante por cuanto nos permite asistir a una hipótesis razonable de cómo la lógica monoteísta se va filtrando en la conciencia de quien primero es un despreocupado príncipe y más tarde un curtido guerrero desengañado. Algo hay aquí que hubiera dado para una ópera contemporánea, dividida en tres actos que recogerían cada una de las partes de la novela: El Príncipe de Egipto, El guerrero, El vagabundo. A ello se presta la batalla interior de Moisés contra el ma'at, la rectitud tomada como principio ético rector por los egipcios pero que lleva al abuso, pues "el hombre que razona habita en un mundo de sinrazón". El extraño culto de los levitas en el exilio (Moisés perteneció a la tribu de Leví) a una serpiente monstruosa llamada Nejustán muestra el contrapunto, más que las múltiples deidades de los egipcios, al monoteísmo deudor de Akenatón (Atonmoisés será el nombre secreto del profeta y libertador). Esa serpiente (véase la Jewish Encyclopaedia) es la misma que en bronce hará construir Moisés como remedio para las mordeduras de esos animales.
Pero hubiéramos querido seguir a Moisés en ese libro que no llegó a escribirse porque ya se escribió. Está en la Toráh, y los cristianos lo conocen como Éxodo.
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