No es la primera vez que en este blog lo nombro. Gilad Shalit. Víctima de la barbarie, chivo expiatorio que sirvió para castigar en él a toda una nación, todo un pueblo, toda una fe. Que es mi fe, que es también mi pueblo, que es la nación en la que creo además de en España. Puestos a definir identidades, a reconocer interioridades, a tomar partido, insistiré en que soy sionista. (“incivilizados sionistas”, decía ayer en Naciones Unidas el tirano de Teherán...) Lo que viene al caso es que Shalit vendrá a Barcelona (es decir, a España: bueno es remarcar lo obvio cuando la obviedad escuece) para ver un partido de fútbol en calidad de admirador del equipo español (cuánto placer en usar este adjetivo) que tiene por nombre Club de Fútbol Barcelona y de cronista deportivo de un diario israelí. Desde que recobró la libertad, desde que recuperó la vida, Shalit ha recorrido diversos países para contar diversos hechos deportivos. Bien por él.
Aquí verá millonarios de blanco y millonarios de azulgrana disputándose el balón buscando evitar la vergüenza de ser derrotados. Verá perplejo el tremolar de las banderas esteladas, con el temblor del recuerdo de viejas estrellas amarillas, con el gozo de otra estrella, de seis puntas, sobre la bandera israelí. Le dirán “son independentistas”, y le referirán una mentira (“...que luchan por su libertad como nación como Israel lo hizo”) o los hechos descarnados y sonrojantes. Da igual lo que le digan, la verdad. En todo caso, su impresión de España, desgarrándose, o en vías o peligro de desgarrarse, no será grata. Pero no es el tema de este comentario el espectáculo político de la jauría jugando a ser parte de la Historia Universal (de la Infamia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario