sábado, 28 de mayo de 2011

Vamos, hijos de la patria

      Quienes narraron la proclamación de la desdichada Segunda República en España contaban la extrañeza de ver en las calles a las multitudes festivas cantando el que era el himno revolucionario más querido, “La Marsellesa” con la misma letra que damos a nuestra Marcha Real: a puro tarareo. Es una melodía que viene a la mente asociada a momentos épicos, a masas en movimiento, a instantes en que se planta cara a la opresión con una canción como arma. Recuerden la escena en “Casablanca” cuando un grupo de nazis entonan uno de sus himnos bárbaros propiciando que Victor Laszlo, el marido heroico de Ingrid Bergman, se encarame al estrado de la orquesta, entre los humos perennes del Rick’s Café Americain, para hacer que como réplica haga sonar “La Marsellesa” que será secundada por la náufraga clientela, que arde en fervor y en esperanza y en lágrimas. Esa capacidad empática del himno francés (recuerdo otra escena entre nieblas, el desfile de celebración de la liberación de París, el general De Gaulle convertido en gigante y en inmortal y la muchedumbre que canta ese canto de guerra y de victoria), aparte de esos momentos de esperanza y de alegría, de rabia y porvenir, ya había dado entre nosotros un fruto singular, la zarzuela “La Marsellesa” que comparece en el Teatro Municipal Miguel de Cervantes el 3 y el 5 de junio. Con la Orquesta Filarmónica de Málaga dirigida por Lorenzo Ramos. En coproducción del Teatro Cervantes de Málaga, la Ópera Cómica de Madrid y el Coro de Ópera de Málaga, tendrá como solistas a María Rodríguez, Ruth Rosique, María Lourdes Benítez, Alejandro Roy, Juan Manuel Corado y  Francisco Sánchez.


Estrenada en el Teatro de la Zarzuela de Madrid el 1 de febrero de 1876, esta zarzuela en tres actos de Manuel Fernández Caballero con libreto de Miguel Ramos Carrión llegó al propio Cervantes en el mismo año de su resonante estreno madrileño. Aunque en ese momento primero se tituló “El canto de la patria”, esta zarzuela tiene tras de sí una curiosa historia. La temporada 1875-76 del Teatro de la Zarzuela iba de capa caída, con estrenos cada dos semanas que sólo provocaban indiferencia. Valgan algunos de los títulos para comprobar los estragos del olvido: “El hidalguillo de Ronda”, “Compuesto y sin novia”, “¿Con quién caso a mi mujer?”. La inestabilidad política de aquel inicio de la Restauración, la indiferencia y  las nevadas fueron dejando vacías las butacas. Sólo del estreno de “La Marsellesa”, aplazado desde meses por la lentitud del compositor, podía salvar al Teatro del cierre definitivo. La carga revolucionaria que el libreto podía tener hizo que el ministro de Gobernación, el rondeño Francisco Romero Roblado, hizo que se le leyera en su integridad para tranquilidad del gabinete de Cánovas. La noche del estreno, en el cierre del primer acto, los sones del himno compuesto por Rouget de L’Isle, acerca del cual trata la zarzuela, despertaron el entusiasmo del público mientras caía el telón sobre un desfile de voluntarios. El acto segundo, con un dúo entre los personajes de Rouget y Flora, en el que mezclaban sus melodías  “La Marsellesa” y otro himno revolucionario, el “Ça irà” repitió la magia del acto inaugural. El tercero, más flojo, ofrecía un final dramático con dos personajes camino del cadalso y con “La Marsellesa” presentada ahora como una melodía aterradora. La admonición de Madame Roland camino de la guillotina, “Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre” está más cerca del espíritu de este drama musical que la bienintencionada declaración que introduce Jean Renoir en su película de propaganda “La Marsellesa”(1938): “La Nación es la reunión de todos los franceses, es usted, soy yo, la gente de la calle, es ese pescador. Los ciudadanos son las personas que la integran”. Una nación de hijos de la patria que marcha hacia la libertad o hacia la muerte.


Rick's Cafe Americain

Publicado en diario Sur el 28 de mayo de 2011

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