Me refería a los últimos instantes,
los últimos adioses, el último suspiro,
la última mirada,
el horror, el horror, el horror
Louis Aragon
No sueña nadie por el alba;
los gritos del aire
dejan su dentellada de óxido
tras aguardar la decisión
inapelable
de las tijeras,
y vendrán ahora
los labios partidos
a besar las raíces que no perduran,
y el que llega con el corazón roto
lamentará por los pozos
la fugaz nostalgia
quieta
bajo la tierna piel
de los espejos.
No sueña nadie en los vagones
inertes, vacíos,
no sueña nadie cuando hay
una diadema de sangre
en la mañana más olvidada
que arde cada tres años
porque tiene un río en la noche,
y el perro que besaste en la cruz
dolía tanto
que hubo que cerrar los ojos
para verte.
Sabemos que es preciso
abatir los huesos,
abrir las ventanas,
nombrar lo que se esconde
dentro de mi sombra
cuando la lluvia es un hotel en tu regazo
y los hombres aúllan como naranjos
y es justamente entonces,
entonces,
cuando es necesario
tu perfil como una tormenta,
y se tambalea
la delicada botánica de tu risa
y los suaves violines de tu silencio,
las manos azules de tu ausencia,
porque a veces
tu pecho remonta,
ardiendo, rojo, con besos,
la torva provincia de mi sueño.
Mario Virgilio Montañez (inédito, datado hacia 1998)
Imagen: "Navío varado a la la luz de la luna",
de Caspar David Friedrich
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