jueves, 30 de marzo de 2017

Melodías hebreas: de Sefarad a la música klezmer (12): Holocausto y Música I





Los judíos, obligados por las leyes nazis primero a aislarse del resto de la sociedad y más tarde a recluirse en guetos, mantuvieron una intensa actividad musical. Cuando su destino fue los campos de concentración o de exterminio, llevaron con ellos su música y su voluntad de, entre la desolación, seguir creando. No es de extrañar que el gran poema testimonial del Holocausto (aunque en todo momento usaré el nombre hebreo, Shoah, que significa catástrofe), Canto del pueblo judío asesinado, de Itsjok Katzenelson, víctima también él del exterminio, lleve justamente por título Canto. Sonaba música en las calles cenicientas de los guetos, sonaba música entre el humo de los campos de la muerte. Veremos, y oiremos, aquí algunos ejemplos, algunos casos. 



De Katzenelson, muerto en Auschwitz, Primo Levi, superviviente de un campo subsidiario precisamente del de Auschwitz, escribió: "Ante el cantar de Itsjok Katzenelson al lector no le queda otra alternativa que detenerse turbado, respetuoso. No hay una obra comparable a ésta en toda la historia de la literatura: es la voz del morituro, entre los cientos de miles que van a morir, atrozmente consciente de su destino singular y del destino de su pueblo." De su conmovedor libro, que es más un grito y una plegaria que un poema, citaremos su inicio angustiado, aterrador, de su Canto (tomo el texto de su edición argentina, Katzenelson, Itsjok: El canto del pueblo judío asesinado, versión en español de Eliahu Toker, Ed. Arte y Papel, Buenos Aires, 1993. Existe una curiosa y reciente edición española que ofrece una triple versión del texto: en el original en yiddish, en español y en ladino):



EL CANTO DEL PUEBLO JUDÍO ASESINADO
(Fragmento)

¡Canta!
¡Canta! Toma el violín vaciado y hueco
Y arroja sobre sus delgadas cuerdas tus dedos,
Pesados como corazones doloridos. Y canta el último canto
Acerca de los últimos judíos en tierra europea.

-¿Cómo cantar? Cómo abrir la boca siquiera
Habiendo quedado completamente solo.
Sin mujer, sin mis dos pequeños. ¡Es un espanto!
El horror me habita… Escucho un llanto a lo lejos…

“¡Canta, Canta! ¡Alza la voz, quebrada y dolorida.
Búscala! Busca el canto allí arriba, si aún está,
Y cántalo… canta el último canto acerca del último judío;
Vivió, murió, quedo insepulto y ya no existe más…”


-¿Cómo cantar? ¿Cómo erguir la cabeza siquiera?
Se llevaron a mi mujer, a mi Ben Zion y a mi pequeño Iome, un niñito
¡Ya no están conmigo y su imagen no me deja!
¡Oh, oscuras sombras de mis más luminosos! ¡Sombras frías, ciegas!


“Canta, canta todavía por última vez aquí en la tierra;
Echa atrás la cabeza, pon los ojos en blanco,
Toma tu violín y canta por última vez:
¡Ya no hay mas judíos! Hasta el último han sido asesinados.

-¿Cómo cantar? ¿Cómo alzar los vidriosos ojos siquiera?
Llevo una lágrima petrificada en la pupila…
Quiere caer, quiere arrancarse el ojo
Pero no puede… ¡Dios, Dios mío!

Canta, canta… levanta hacia las alturas tu mirada ciega
Como si existiese un Dios allí, en los cielos…
Como si aún pudiésemos esperar de allí alguna dicha.
¡Siéntate sobre las ruinas de tu pueblo asesinado y canta!


¿Cómo cantar si el mundo es para mí un desierto?
¿Cómo hacer música con las manos crispadas?
¿Dónde están mis muertos? Los busco, Dios, entre los desperdicios,
En los montículos de ceniza: ¡Oh, díganme donde están vuestros cuerpos!

¡Griten de entre el polvo, desde bajos las piedras,
Desde las arenas, desde las llamaradas, desde las columnas de humo;
En vuestra savia y sangre, la médula de vuestro hueso!
¡Alcen la voz, griten con fuerza!

¡Griten desde las entrañas de las fieras del bosque, desde los peces del río
Que los devoraron! Griten desde los hornos crematorios, hombres, mujeres y niños!
¡Yo quiero un escándalo, yo quiero un clamor dolorido, quiero escuchar vuestra voz!
¡Grita, pueblo judío asesinado! ¡Deja que estalle tu grito!

Y no grites al cielo; te escucha tanto como la tierra, este basural;
Y no clames al sol; es como hablarle a un muro… ¡Ah, si yo pudiese
Apagar el sol como se apaga una lámpara, en esta desolada cueva de asesinos!
¡Tú brillabas más! ¡Tú eras más luminoso que el sol, pueblo mío!

¡Oh, pueblo mío, muéstrate, revélate ante mí, levanta tus manos
Desde las profundas fosas, apretadas, espesas, de kilómetros de largo,
Cubierto de cal e incinerado capa sobre capa!
¡Ponte de pie! ¡Levántate desde el último, desde el más profundo estrato!

¡Vengan todos. De Treblinka, de Sobibor, de Auschwitz;
Vengan de Belzec, de Ponar, de todos lados; vengan
De entre musgos podridos, desde los pantanos, desde las profundas ciénagas;
Vengan con ojos desorbitados, con gritos congelados y sin voz.

Vengan, formen en círculo, cremados. Resecos, triturados;
Hagan una ronda a mi alrededor, una ronda enorme;
Vengan, huesos judíos, desde el polvo, desde los panes de jabón,
Abuelos, abuelas, madres con niños en los brazos.

Déjense ver, muéstrense ante mí, vengan, vengan;
Quiero verlos a todos, quiero mirarlos, quiero
Echar una mirada muda sobre mi pueblo asesinado,
Y voy a cantar… Sí… ¡tomo el violín y canto!

                                                                               3/5-X-1943


Quizás la figura más representativa de la música judía durante la Shoah/ Holocausto sea Shmerke Kaczerginski (1908-1954). Nos encontramos ante una figura queves a la vez figura fundamental y épica. Fallecido en un accidente de aviación tras la guerra, se crió en un orfanato, se hizo militante comunista en Vilna antes de cumplir los veinte años y escribe canciones que primero se divulgan anónimamente. Al invadir los nazis Lituania, huirá para ser recapturado y recluido en el gueto de Vilna. Allí compondrá canciones que testimonian la vida y las esperanzas de sus habitantes. Al menos dos de ellas son obras maestras y comparecen aquí. 



La primera se titula Friling (Tiempo de primavera) y tal vez sea una de las más tristes y delicadas canciones que se hayan escrito. La versión cantada por Adrienne Cooper en su disco Ghetto Tango. Wartime Yiddish Theater  es de las que hacen fluir las lágrimas. Sirva esta actuación en directo (a partir del minuto 4:20 del vídeo):


La letra, que me emociona tanto como la música, ya de por sí emotiva, es:

FRILING [TIEMPO DE PRIMAVERA]

Camino por el gueto solo y abandonado,
no hay nadie para cuidar de mí ahora.
¿Cómo se puede vivir
cuando tu amor se ha marchado?
Por favor, que alguien me muestre cómo.

Sé que es primavera,
y hay cantos de pájaros, y sol,
toda la naturaleza parece feliz y libre,
pero estoy encerrado en el gueto

Estoy como un mendigo,
ante cada puerta me detengo
pidiendo un poco de sol para mí.

Tiempo de primavera,
qué hermosa es la primavera.

¿De qué sirve el sol,
cuando mi amada ya no está?
La primavera,
que brille sobre mi dolor,
pero aún así mañana
estaré tan triste como hoy.

La casa en la que vivimos
ahora está cerrada a cal y canto,
las ventanas están rotas y al descubierto.
El sol es tan feroz
que las flores se han secado.
Ellas se marchitan en el aire invernal.

Cada mañana, cada tarde
tengo que pasar por delante de nuestro hogar,
apartando siempre la mirada.

Era el lugar en el que me amabas,
el lugar en el que me besaste,
el lugar en el que me abrazabas con fuerza.

Cuánto he pensado
en qué clase de poderes celestiales
podrían enviar la primavera temprana este año.

Vaya, gracias por venir,
veo que trajiste flores,
¿queréis que le dé la bienvenida?

Dicen que el gueto es de oro y brillantes,
pero la luz del sol y las lágrimas me enceguecen.

Ya ves, mi amada,
¿para siempre te has ido?
No puedes salir de mi mente.


Aporto dos notables versiones más. La primera, ligeramente sobreactuada, es de Berthe Kahan (y por supuesto, no hay que usar redundantemente las imágenes de los campos de exterminio ni de hipotéticos supervivientes):


La otra, más contenida, lírica y emotiva es de Karolina Petrova & das blaue Einhorn:



Otra canción de Kaczerginski, un auténtico canto de batalla y de orgullo, es "Yid du partizaner", cuya letra, traducida del yiddish, es así:

TÚ, JUDÍO PARTISANO

Desde las paredes de la prisión del ghetto hasta la libertad de los bosques,
en lugar de cadenas alrededor de mis manos llevo un rifle nuevo;
en nuestras rondas, éste, mi amigo, abraza mi cuello y hombro

A partir de hoy estaremos unidos como uno solo.
De momento somos pocos, mas destacamos como si fuéramos millones.
Nos hacemos sentir en montañas y valles, convoyes, columnas, puentes.

Los fascistas tiemblan en sus botas, no pueden adivinar de dónde llegaremos;
cargamos contra ellos desde fuera y de ninguna parte, judíos partisanos.
Llevamos la palabra venganza escrita en nuestra sangre.
Lucharemos hasta el fin para que llegue nuestro día sagrado

No queremos ser el último de los mohicanos
sino traer la luz a la noche, tú, judío partisano.


Y cantada suena de este modo, si se va al minuto 6:32 de este concierto en una sinagoga de Atlanta y que tiene parte del espíritu que le aporta Adrienne Cooper en el disco imprescindible Ghetto Tango:





A falta de nada mejor, otra versión válida pero un tanto rutinaria:




Presentación al libro de Roberto Bartual "Jack Kirby. Una odisea psicodélica"



Hubo en tiempo en que un personaje de Puccini y otro de Joyce, EL personaje de Joyce, charlaban en un chat sobre literatura con ingenio y un precoz descreimiento. De eso hace ya veinte años y aquellos que se ocultaban tras una máscara italiana y otra irlandesa son los que aquí comparecen, en mi Málaga natal y en la que Roberto no descarta asumir como parada final. Nosotros, los de entonces, seguimos siendo los mismos. Pero con la diferencia de que la brillantez de aquel muchacho que aún no había escrito ningún relato, y que cuando poco después lo hizo, con un prosa plenamente madura y asombrosa por su elegancia, no ha hecho sino confirmarse y aumentar más y más. La mía, que estaba en su esplendor entonces, se ha ido apagando con minuciosa calma a medida que me sumerjo en museos y otras cosas sin importancia.

Lo cierto es que Roberto Bartual es, a día de hoy, la persona con más talento que he conocido en éste mi medio siglo de vida. Sus críticas de cine, sus relatos de ciencia ficción, sus ficciones culturales (perfecta y premiada, de antología, es aquella que troca las identidades y el destino de dos pintores: uno, nuestro paisano Picasso, el otro, un tal Adolf Hitler), decía, todo aquello que Roberto toca, sin excluir sus traducciones, entre las que destacan una edición de Cumbres Borrascosas de Emily Brontë ilustrada por Balthus y otra de El espejo del amor de Alan Moore ilustrada por José Villarrubia, está dotado del signo de la perfección, de la capacidad de seleccionar lo mejor entre lo que es óptimo y dotarlo, a su vez, de elegancia y no poco humor. Todo ello, teñido de una insaciable curiosidad y una envidiable capacidad para no estarse quieto, que nos ha hecho cruzarnos mensajes que le situaban a él en San Diego y a mí en Ankara, o a mí en Seúl y a él en Buenos Aires. Esa vertiginosa habilidad para ahondar en disciplinas y culturas muy diversas es la que posiblemente ha llevado a Roberto Bartual a ese mundo, mestizo donde los haya, de la historieta. 

Autor de una tesis (con premio extraordinario de doctorado) sobre Narraciones Gráficas (tal es el título del libro que sintetiza aquel estudio), de Roberto conocía yo su pasión y entusiasmo por ese genio que es Alan Moore, responsable de historietas como The Watchmen, V de Vendetta, From Hell o La liga de los caballeros extraordinarios, y su trabajo como guinista de una serie de cómic, Los Ángeles de María, nos sorprende ahora con esta monografía sobre Jack Kirby de quien, lo reconozco, poco sabía. Pero si aclaramos que es el responsable de títulos como Capitán América, Los cuatro fantásticos o Thor, a veces junto a Stan Lee que a veces eclipsa la participación de Kirby, todo empieza a estar más claro. Si creemos que el libro es sólo sobre la relación del dibujante y guionista con la psicodelia, como el título promete, la lectura nos dará la gratísima sorpresa de que es mucho más, de que nos encontramos con lo que parece otra vez el resumen de una tesis, de ambiciosa que es la obra, pero expresada con una facilidad y una ligereza que hace a veces asomar la sonrisa cuando es un libro que gira en torno a un tipo que hacía tebeos para la Marvel pero que a la vez estaba en la órbita de Jung, de lo Sublime expresado en términos kantianos, del arte maya, de Stanley Kubrick (soberbio es el capítulo dedicado a la adaptación que Kirby hizo del 2001 de Kubrick), de Philip K. Dick, de los teóricos de la contracultura y que siendo un tipo que, en palabras de Bartual, tomaba té con pastas mientras otros tomaban LSD, supo asomarse a la oscuridad, a traspasar, y uno aquí el título de dos películas altamente respetadas por Roberto, “Las puertas del cielo” “To the wonder”. 



El libro nos deja con ganas de lanzarnos a las 25.000 páginas que Kirby dibujó, adentrándonos en un autor complejo para el que los paisajes alucinatorios, psicodélicos, y las luchas a mamporrazos entre superhéroes y villanos malignos no eran sino lo sagrado, lo sublime, lo que está más allá de toda lógica y que sólo podemos aceptar con los ojos cerrados o rechazar desde nuestra seguridad de animalitos envalentonados por haber alguna vez descubierto el fuego. De todo ello trata este ensayo magistral. Pero antes de escuchar a Roberto, de quien siempre aprendo, y mucho, cada vez que estoy con él, les hago un aviso: este libro produce adicción. A Jack Kirby, sí. Pero sobre todo a Roberto Bartual.