Muchas veces, al leer sobre la Guerra Civil española, nos olvidamos de cuánta muerte hubo, de que cada palabra que leemos, es sangre, barro, mierda, hueso astillado, paredón sin después. Este curioso volumen pone de manifiesto justamente eso, a la vez que engaña un tanto, pues las páginas 375 a 572 son 191 documentos reproducidos fotográficamente que, en su mayor parte inéditos, poco aportan, pues son elementos como el expediente masónico de algunos personajes secundarios. Pero el cuerpo de texto en sí es aterrador, pues describe tan por menudo como se pueda, la muerte (violenta excepto en un caso) de personajes ligados a la guerra, víctimas de ambos bandos, e intenta dilucidar quién estaba detrás del gatillo o de la orden de fuego. Se trata de los últimos instantes de Buenaventura Durruti, José Calvo Sotelo, Federico García Lorca, Ramón Franco, Andreu Nin, algunos familiares fusilados de Alfonso XIII, Melquíades Álvarez, Miguel Hernández y José Antonio Primo de Rivera.
Dentro de mi biblioteca, sólo tiene paralelismo con el académico "Morir por la patria.Los asesinatos en la época de Rosas" de Juan-Jacobo Bajarlía, referido a la historia de Argentina, y, sobre todo, con "Asesinatos políticos en México (1910-1994)" de M. G. Damirón, que es, excepto en los documentos, un equivalente de este valioso libro de Zavala en el que hubiera estado bien capítulos sobre las muertes de los generales Sanjurjo y Mola para redondear la lista y terminar de rellenar este vagón de muertos. De un tren que no termina de llenarse y de pasar y pasar y pasar y pasar y pasar y pasar y pasar y pasar.